Zanahoria y palo

9 de Marzo del 2010 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Tanto las epístolas paulinas como las cartas que el autor del Apocalipsis dirige a las siete iglesias siguen un esquema similar, combinando hábilmente la «zanahoria» con el «palo»: primero les dan un poco de jabón a sus lectores, resaltando sus principales virtudes y después ejercen con ellos la corrección fraterna, afeándoles algunas conductas e instándoles a corregirse. Supongo que todos estaremos de acuerdo en que los palos se digieren mejor con algo de zanahoria, pero es que la zanahoria también sienta mejor aderezada con algo de palo, porque, digerida a secas, puede derivar en soberbia, pecado capital más peligroso de lo que parece.

Darle paso ahora al Gobierno de turno, con esto de la crisis y el desempleo, lo hace cualquiera, incluso los sindicatos, que ya es decir. Pero también se les puede dar palo, por ejemplo, por el extraño pacifismo que profesan. Dos personajes que se habían presentado en su día como adalides del pacifismo, Zapatero y Carmen Chacón, han conseguido en pocos meses que España se aupase al sexto puesto mundial entre los países exportadores de armamento. ¡Toma pacifismo! ¿Que también se merecen alguna zanahoria? ¡Pues claro! Por ejemplo, por haber estado atentos a los problemas de algunos colectivos tradicionalmente marginados, ciertas minorías a las que gobiernos anteriores ignoraron o no prestaron la atención debida. Capítulo aparte merece doña Leire Pajín, que aseguró que hace méritos en su trabajo para merecer zanahorias, amén de estar dotada de un sexto sentido para percibir conjunciones planetarias, de las que los ciudadanos corrientes no nos percatamos, pero hay que darles el palo a todos los responsables de que la moza perciba más de diez mil euros al mes del erario público, porque eso ya pasa de castaño a oscuro, considerando la situación del país y las cifras de desempleo que sufrimos. Y seguro que hay unos cuantos colegas de doña Leire que la superan en soldada.

Hablando de conjunciones planetarias y de «pacifistas», seguro que míster Obama merece también alguna zanahoria, aunque no sea más que por la reforma sanitaria que pretende, pero la Academia Sueca merece algo de palo por concederle al americano el Nobel de la Paz, precisamente en las mismas fechas en que su señoría decidía aumentar el contingente militar americano en Afganistán. ¡Para que nos sonrojemos aquí con algunos premios «Príncipe»!

Acercándonos al ámbito local, cabe enviar también zanahorias a la Casa Consistorial de Vetusta, entre otras razones porque en los últimos años el gobierno local se esmeró en ir mejorando la fisonomía de nuestra ciudad, haciéndola especialmente atractiva, tanto para los turistas como para los de casa, pero también hay «affaires» que merecen algo de palo, como el de «Villa Magdalena», por ejemplo, por no hablar de las ordenanzas.

Y con rima cuento al oyente lo del presidente Vicente y le doy zanahoria igualmente, porque se va al Caribe, diligente, para buscarle futuro a su gente. El palo ya se lo dan algunos de sus conmilitones, que parece que están de él hasta «les mismes neurones».

En nuestro mundo eclesial el que se merece estos días la zanahoria del aplauso es Benedicto XVI, por la claridad y contundencia con la que se ha pronunciado contra los curas pederastas. Con las zanahorias enviamos a la Santa Sede un mapa de España y les damos algo de palo por incluir en el nombramiento de don Jesús, al menos en principio, la administración apostólica de Huesca y Jaca. ¡Ya les vale!

En fin, paciente lector, no sé si en tu vida hay más palo o zanahoria, tanto a la hora de recibir como a la de dar. Si aceptas el consejo, a la hora de dar un servidor te sugiere la receta paulina y joánica: el cóctel de zanahoria y palo. Desde luego, es más bonito y más fácil dar zanahoria, pero a veces el guión exige también un poco de palo. Eso sí, el palo hay que darlo con tacto, con suavidad... con caridad. Que se vea que no se busca zaherir, sino corregir; levantar y no humillar. Y con la misma elegancia hay que saber también recibir los palos, tarea más complicada si cabe. Si te cuesta hacerlo, prueba, a modo de penitencia cuaresmal, a recitar diez veces al día esta nueva versión de la octava bienaventuranza mateína: «dichosos los que me critican, porque me ayudarán a corregirme», o, dicho con menos finura, «zanahoria pa los que me dan palo, porque me hacen un gran favor".

José Manuel Fueyo Méndez, párroco de Ntra. Sra. de Covadonga, Oviedo

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