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El empedrado del infierno

24 de Febrero del 2010 - Ignacio Gracia Noriega (Sevares (Piloña))

Por aquello de enseñar al que no sabe (y «dar buen consejo...», aunque los consejos, buenos o malos, no sirven para los obcecados), debo recordarle a la señora que pretende ser catalana como Ángeles Caso que si bien su humanitarismo exaltado, de hermosa raíz franciscana y roussoniana y quién sabe si zapatera, es digno de elogio, una vez más las buenas intenciones empiedran el infierno, ya que para evitar diez minutos de sufrimiento (y gloria, no lo olvidemos) al toro, se propone su extinción como especie zoológica. Pues el toro de lidia es un animal criado con mimo y sabiduría, pero sólo sirve para las corridas. Si se eliminan las corridas por exacerbación de buenos sentimientos, se elimina automáticamente al toro. Lo que me recuerda a aquellos milicianos que dirigían los hospitales improvisados en Covadonga, que al acercarse dos leprosos fugitivos de Galicia, propusieron fusilarlos, ya que a tiros se cura la lepra (y cualquier otra dolencia) de manera radical.

La «cantada» de Ángeles Caso es fruto del esnobismo y de la ignorancia. Los catalanes aspiran a ser franceses, y algunos «progres» españoles quieren ser catalanes. Conocí algunos en la época de la dictadura que aprendían catalán y escuchaban canciones de Luis Llach suponiendo que aquello era «progresía» pura. No obstante, en Francia las corridas son con muerte, y un escritor tan grade como Henri de Montherlant dedica su libro «Les bestiaries» al presidente Gaston Doumergue por haber restituido a Francia las corridas con muerte. Por cierto, Jean-Jacques Rousseau escribió: «Las corridas de toros han contribuido, y no poco, a mantener el vigor de la nación española». Y Montherlant era de ascendencia catalana...

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