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Hay un tipo dentro de mi espejo

18 de Junio del 2018 - Francisco Lozano Sanz (Cangas de Onís)

Hace unos minutos leía la carta: "No odio a los comunistas, o sí" (LA NUEVA ESPAÑA de hoy). Mi sorpresa ha sido mayúscula: más porque se haya publicado, que por su contenido. Creo que esta carta necesitaba un encabezamiento, más o menos así: "Señores lectores, vean -lean- ustedes ¡Qué cosas nos envían!" Así le hubiese encontrado un sentido a su publicación.

Señor Enrique Díaz:

Para contestar al cúmulo de odios y al caos que está en la génesis del relato que aplicaca a la larga lista de: Partidos Políticos, Instituciones, Organismos, personas, vamos... a medio mundo, me había planteado redactar este escrito escuchando -para ambientarme- "Hacer mucho ruido" de Ilegales: "Hago mucho ruido porque odio a mis vecinos...". Aunque quizá sería más próximo a su planteamiento, la siguiente estrofa: "... me cago en la leche que mamaron, los cabrones que me denunciaron. Están todos amargados porque yo soy mucho más guapo". Por cierto, ¿también odia usted a sus vecinos y/o familiares comunistas? Lo digo porque habrá algunos que sean de IU y de Podemos. Ojalá que Jorge Martínez lea su carta... quizá con su talento -el de Jorge, no vayamos a confundirnos- le ponga música a parte de ella.

En su largo enumerado de comunistas se ha olvidado de China. Este país contiene los dos elementos que le producen urticaria y que le han motivado a escribir tamaño desatino: son comunistas en lo político (pena de muerte, falta de libertades, represión, vulneración de los derechos humanos, ideologización...) y capitalistas neoliberales en lo económico (contaminación, destrucción del medio ambiente, sobreexplotación de sus recursos naturales, oleadas migratorias del campo a las ciudades, desigualdad social... etc.).

China necesita alimentos y materias primas para mantener su capitalismo desaforado y niveles de consumo. Por ello está comprando África: sus tierras y recursos naturales. La población les sobra. Este motivo -no el único- es la causa de las migraciones que llegan a Europa -si no mueren ahogados en el Mediterráneo-, o por el camino.

Hace varias semanas, en una charla en el Parador de Villanueva de Cangas -por cierto, de lo más seria y enriquecedora- sobre el fascismo, el conferenciante (muy docto en la materia y muy comunicador) nos aclaró que el nazismo, tampoco el franquismo ¡y ni tan siquiera La Falange!, se podrían considerar fascismo. Sólo cierta: estética, rituales, el saludo romano... etc. que sí se copiaron del único régimen fascista que existió: el de Mussolini. A lo largo de la más que interesante charla también nos explicó -esto era ya más sabido- que el Estalinismo, el Maoísmo y el régimen de los Kim en Corea del Norte, no eran la consecuencia de lo que Marx y Engels pensaron y trasmitieron. Eran crueles dictaduras personales, represivas que utilizaban el comunismo como sustento ideológico de sus regímenes dictatoriales.

No hubo tiempo -se salía del guión- para preguntarle sobre el "Eurocomunismo" de Enrico Berlinguer, al que se adhirieron el Partido Comunista Francés, el PCE (Santiago Carrillo fue uno de sus más conversos defensores). Me imagino señor Díaz, que si considera a Podemos y a IU, peligrosos comunistas... ¡para qué iluminarle sobre el Eurocomunismo!, que el historiador francés François Furet veía en él, un intento de absolver a los comunistas de entonces, de las atrocidades cometidas en la URSS. Era quizá un intento de asociarse a la Social Democracia emergente en los años 70... ¡Ah, pero no era este el motivo de su carta y exteriorización de odio infinito! confundiendo churras con merinas (varios rebaños) y la velocidad con el tocino.

El comunismo -al igual que el fascismo- fracasó tal y como sus ideólogos lo pensaron.

Fallaban ambos, por su base (la ideológica). Su aplicación no causó más que represión, muerte, frustración, crueldades mil; al reprimir las libertades individuales, descartar a la Democracia como base de convivencia, y someter a sus ciudadanos a la condición de una masa amorfa, fuerza de trabajo, y fieles a una ideología alienante y deshumanizadora.

El capitalismo neoliberal que nos asola está acabando con todo lo que del comunismo nos aterraba y nos advertían.

Quizá para redondear su enumeración y cúmulo de odios, señor Díaz, le ha faltado citar a la "conspiración judeo-masónica" que aún recuerdo haber escuchado al, no menos siniestro y cruel dictador Francisco Franco, en su última aparición pública en el balcón del Palacio de Oriente de Madrid el 1 de octubre de 1975.

Lo traigo a colación porque fue durante su régimen cuando se inculcó un odio visceral al comunismo ("Rusia es culpable" que acuñó su cuñado) y a esa imagen de la bandera roja con la hoz y el martillo que se convirtió en el icono y representación de mal infinito. Reaccionábamos ante ella como el vampiro al que muestran un crucifijo.

Y ya ve, señor Díaz, la cruel dictadura franquista tenía en Stalin y Mao, dos buenos referentes.

Odiar a tanto y a tantos, no creo que sea muy saludable, tanto para el cuerpo como para la mente y el espíritu -o el alma para los creyentes-. Ya es sabido que los comunistas no tienen alma. Siempre es mejor acudir a los profesionales de la salud mental, que exhalar y trasmitir a los demás tanta mala leche. Cualquier día puede acabar odiando al tipo del espejo... "que me mira con cara de conejo". Lo siento Jorge Martínez, por citarte otra vez, pero es que eres genial.

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