Ilustres idiotas

25 de Junio del 2018 - Rufo Costales (Oviedo)

Uno, que es de letras (y escasas, he de decir), disfruta de vez en cuando leyendo textos breves, ingeniosos e irónicos.

Ayer me acosté con el regusto de la lectura del opúsculo satírico “Leyes fundamentales de la estupidez humana”, donde el autor italiano Carlo Maria Cipolla (sí, Cipolla) divide a las personas en cuatro grupos: incautos, inteligentes, malvados y estúpidos, siendo este último, según él, el peor de todos.

Desde que tengo uso de razón (un decir), no me había parado a pensarlo. Pero sí, cuando haces un repaso mental por lo que acontece en nuestra querida España, ves con asombro el ejército enorme de estúpidos que copan todos los sectores de nuestra sociedad: tertulias televisivas, Congreso de los Diputados, personajes de la farándula, políticos estridentes de porros y litronas, tuiteros, y hasta el puñetero vecino del quinto, estúpido vocacional e inmisericorde, convencido de que decir estupideces recurrentes le hace parecer más inteligente.

Albert Einstein acierta de pleno cuando dice: “Hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y de lo primero no estoy muy seguro”.

Con el cerebro ocupado con tan inefable lectura, ¿qué se puede esperar de un día que comienza con tener que levantarse? Nada bueno, desde luego. Amanece, pones la radio, y empiezan las palpitaciones.

Que si el Gobierno ha decidido exhumar a Franco, que el Supremo da por perdida la entrega de Puigdemont, que Carmena anuncia una piscina de olas en Colón, que el Gobierno eliminará el copago farmacéutico, que Urdagarin y Torres van a la cárcel, pero no devuelven 4,5 millones públicos saqueados... Un sinvivir, oiga.

Así que, amigo lector, le propongo desviar el tiro y que, antes de que inventen el humano estúpido envasado al vacío, aparque sus problemas cotidianos y ejercite la memoria pensando en algún estúpido, un necio y cretino que le moleste soberanamente, hasta sacarle de quicio. Ejemplos abundan por doquier, no subestime el número de estúpidos en circulación. De hecho, yo era antes un estúpido común y corriente, y, ya ve, con el tiempo logré perfeccionarme, y ahora soy un estúpido sublime, de nivel.

Una vez concluido el ejercicio, sentirá una paz interior, como si flotara, al constatar que ahí fuera hay mucho mediocre vendehúmos, panda de vagos, maleantes, sanguijuelas y demás parásitos que nos chupan la sangre y nos deprimen. No se lo tenga en cuenta, sólo son estúpidos.

Interesantes recomendaciones de S. Freud: “Antes de que te diagnostiques con depresión o baja autoestima, primero asegúrate de no estar rodeado de idiotas”, y de Anatole France: “El estúpido es peor que el malo, porque el malo descansa de vez en cuando”.

Rufo Costales

Oviedo

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