Madre tierra

24 de Junio del 2018 - José Luis López Tamargo (Oviedo)

En Asturias vergel de bonhomía y carácter sencillo. Dondequiera que vaya un asturiano lleva un cachín de su tierra. El alba de nuestra historia se funde con la cueva del Sidrón y el arte parietal, luego vino a ser asunto de castreños matriarcales y celtizados, guiados por algún druida de dolmen, Lug y Taranis. Región de altas cumbres y lagos neblinosos, entre carbayos acechaba el busgosu, también se vislumbraron xanas peinándose en fuentes encantadas. Enrolados los resistentes ástures como cohortes del Imperio romano, triunfante la romanización en forma regional y sincrética, las tierras auríferas ástures se cubrieron de villas, mosaicos, termas y caminos practicables, estelas votivas y dioses lares. Covadonga, lugar sagrado antiguo, dio asiento a la gran señora cristiana, tras la aparición de Pelayo, espatario de la nobleza goda, pero de estirpe local ástur-romana. La monarquía asturiana se convirtió en providencial gracias a sus apologistas mozárabes. Creadora del Camino de Santiago, se liberó del tributo de las cien doncellas y construyó la residencia áulica de Santa María del Naranco y Santullano, ornamentado en honor de la Jerusalén Celeste. Las tan apócrifas como fastuosas viñetas de las “crónicas de Leodegundo” recrean el microcosmos del Reino asturiano, origen de León, Castilla y el Condado de Portugal. Un reino con embajadores en la corte Carolingia e influjos tardorromanos, visigodos y orientales. Superada la primera fase de la Reconquista, Asturias se replegó sobre sus fronteras, siendo escenario de alguna rebelión levantisca, señores de horca y cuchillo, caza de la ballena y reunión de valiosas reliquias en la catedral de San Salvador de Oviedo. La economía asturiana era el absoluto dominio de lo agrario, el comercio de la sal, la trashumancia por la Ruta de la Plata. El maíz y la patata importados de las Indias se hicieron de aquí. Feijoo, fustigador de errores, desde su monasterio de San Vicente, fue el primer preilustrado del mundo hispánico. Casi se puede hablar de un núcleo ilustrado asturiano con Campomanes, Jovellanos o Flórez Estrada. Hubo también épica en el levantamiento contra Napoleón. Pronto llegarían fábricas y castilletes, el lugareño se convierte en obrero o minero con ribetes de la novela “Germinal”. Se dio también el legado indiano y la bonanza. La inmigración del resto de España y del mundo nos configuró. Hoy es otra historia: Asturias es una región urbanita algo mejor comunicada, con poco peso en España. Una viable área metropolitana central, a tiro de piedra de una ecoaldea asturiana más conectada. Un territorio de gaiteros, excelente gastronomía, sidra de restallu. Una realidad “en transición energética” y aún en busca de alternativas, en el postergado noroeste español.

José Luis Tamargo

Oviedo

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