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Saevitia horrenda

24 de Junio del 2018 - José María Pérez Rodríguez

Cuando en la mañana del pasado día 20 de febrero nos disponíamos a desayunar hojeando los periódicos regionales, en uno de ellos, a toda página y con caracteres bien destacados en negrita, nos sobresaltó esta insólita noticia: “La Universidad expulsará a Franco”. Algunos creímos que algo serio habría pasado: impago de la matrícula, exceso de asignaturas repetidamente suspendidas o algún altercado grave con algún profesor o alumno de la misma, ¡aun después de 42 años fallecido en el Hospital de La Paz en Madrid! Pero nuestra sorpresa se fue diluyendo cuando leímos los párrafos siguientes de la tal noticia: “una propuesta de historiadores propone (sic) revocarle el título de rector honorario. Identificaron tres placas y una vidriera con signos franquistas y su futuro será decidido por el claustro universitario”, al haber decidido la Universidad de Oviedo dar cumplimiento a la ley de Memoria Histórica.

La idea, continúa la información, partió de I. L. secretario de la sección sindical de Comisiones Obreras en la Universidad, habiendo cogido el testigo otros tres historiadores más para ponerse a la obra de elaborar un informe que permita despojarle de su nombramiento como rector honorario en 1939, porque estos expertos “ven razonable quitarle esta distinción, así como eliminar cuatro elementos franquistas identificados en el histórico edificio”.

Afortunadamente, ya se han publicado columnas de lectores muy calificados y llenas de santa indignación, pero muy comedidas y elocuentes sobre una de las personalidades más queridas de nuestra Universidad sobre quien también caerá el oprobio y la sinrazón de los “historiadores” proponentes de semejante desatino. Y más que se publicarán. Permítase al arriba firmante añadir una breves consideraciones sobre tan brutal atentado al honor y grandeza de una institución cuatricentenaria, a sus ilustres y benefactores catedráticos-rectores y a “cuantos vestigios de origen franquista, incluido su rector honorario, se pretenden eliminar y expulsar, por tratarse de una forma de apología del régimen que salió de la sublevación militar de 1939 (sic) y no encaja en las tareas y espíritu de la Universidad”, todo ello con amparo en la ley de Memoria Histórica…

El historiador Stanley G. Payne, autor de más de una veintena de libros sobre la historia de España, la Guerra Civil y el franquismo, cuyas ediciones las publicaba en París “Ruedo Ibérico”, por no admitirlas la censura del régimen, y que el pasado año ha sido galardonado con el premio “Espasa” de ensayo por su libro “En defensa de España: desmontando mitos y leyendas”, ha manifestado en una reciente entrevista su opinión sobre la ley de Memoria Histórica aprobada por el expresidente Rodríguez Zapatero en estos términos: “Es un arma política muy negativa. Los gobiernos democráticos no pueden hacer leyes de memoria histórica. La Historia es obra de los historiadores, no de los políticos. Memoria histórica es un oxímoron, una contradicción en términos. No puede existir. La memoria es personal y subjetiva. La Historia es la obra en conjunto de los historiadores y es el estudio objetivo de los archivos y datos. Todo lo contrario a la memoria”.

Y sobre la figura de Franco, después de haberlo denostado y criticado ferozmente, escribe en el citado libro: “Franco y su régimen representan la culminación de un proceso y la conclusión de una larga época de conflictos entre tradición y modernización, que duró dos siglos, desde el reinado de Carlos III hasta 1975… El régimen y la época de Franco marcaron el fin de un largo y convulso periodo de la historia del país y abrieron el camino –sin haberlo pretendido– hacia una era más prometedora. Pero Franco, como Moisés, tuvo que quedarse en la orilla sin cruzarla. Su carácter, su personalidad y sus valores no se lo permitieron…”.

Se me podrá replicar que por qué no cito a Raymond Carr, a John Elliot, a Paul Preston o a Hugh Thomas, como tampoco lo hago a Ricardo de la Cierva, Salas Larrazábal, Javier Tussell, J.P. Fusi o Pío Moa. Y respondo: porque no soy sectario, y porque “la Historia la deben escribir los historiadores”, no los políticos… o los historiadores con anteojeras o a sueldo…

La Universidad de Oviedo fue destruida e incendiada en la Revolución de Octubre de 1934 por el Gobierno republicano, de cuyo Estado Mayor del Ejército fue jefe Franco. La inevitable guerra que vino en 1936, provocada por el Frente Popular marxista-leninista, la ganó aquél, y la Universidad fue reconstruida y sigue en pie, con esta frase tallada en piedra: “Los pechos que maternalmente alimenté, se levantaron como muros para que no perezca de nuevo con horrenda crueldad”.

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