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¿Me importa el nombre del Colegio de Abogados?

24 de Junio del 2018 - José Luis Lafuente Suárez (Oviedo)

El pasado jueves 21 de junio, la junta general extraordinaria del Colegio de Abogados de Oviedo rechazó cambiar su denominación colegial histórica por la de Colegio de la Abogacía de Oviedo. La iniciativa, promovida no sé muy bien por quién, pretendiendo, al parecer y en mi opinión erróneamente, aplicar el artículo 14.11 de la ley orgánica 3/2007, para la igualdad efectiva de hombres y mujeres, que establece como criterios generales en la actuación de los poderes públicos, entre otros, “...La implantación de un lenguaje no sexista en el ámbito administrativo y su fomento en la totalidad de las relaciones sociales, culturales y artísticas...". Sin perjuicio de mi consideración personal de la necesaria revisión de esta norma para derogar (¿por completo?) al menos los principios de esta ley, basados en la ideología de género que, evidentemente no es compartida por la sociedad española, da lugar, insisto en una interpretación artificiosa, a las redundantes referencias a "...padres y madres, profesores y profesoras, alumnos y alumnas, miembros...etcétera, etcétera, etcétera..." que, desgraciada y corrientemente encontramos hoy, no en el modo común de expresión, sino en las expresiones administrativas y en el lenguaje “politiqués” en la terminología de Amando de Miguel.

Pero es que, además, cuando aparece la propia disonancia y rechazo del cambio pretendido, como sería el supuesto de Colegio de Abogadas y Abogados, los seguidores del género tratan de camuflar sus intenciones con expresiones pretendidamente neutras, como la que es objeto de nuestro comentario Colegio de la Abogacía. A este respecto, me gustaría recordar, en primer lugar, la Real Academia Española opina que “...Este tipo de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico... La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos...”, con lo que está metiendo el dedo en la llaga del uso “extralingüístico” del lenguaje. Y, en segundo lugar, particularizando, los colegios profesionales no son “conjuntos de actividad”, sino asociación de las personas que desempeñan las labores o funciones correspondientes a ella, por lo que Colegio de la Abogacía, de la Arquitectura, de la Medicina o cualquiera que sea la profesión, no tiene sentido.

Curiosamente, después de perder la votación en el Colegio de Abogados de Oviedo, la presidente de la asociación Abogadas por la Igualdad -que por cierto entiendo que discriminan ya en la propia denominación, ¿o es que no contamos los abogados que estamos a favor de la igualdad?- anuncia su intención de acudir a los tribunales para ¿conseguir? lo que no deseamos los letrados. Ejemplo democrático das, querida compañera... Por cierto, ¿cuántos abogados decidieron el cambio en el, con tus palabras, no “rancio” Colegio de Gijón?

Con relación a la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados, creo que han actuado correctamente al no defender colegiadamente una postura y llevar la decisión a la Junta General, aunque pueda pensarse, por otras actuaciones (léase, por ejemplo, los desayunos para la igualdad) que adoptarían otra actitud, y no ha sido así.

Respondo, en fin, a la pregunta formulada en el encabezamiento: Naturalmente que me importa la denominación de “mi” Colegio, pues no estoy dispuesto ni a transigir ni por supuesto a admitir los aludidos principios de la ideología de género que no buscan sino introducir en nuestras vidas la actualización del principio marxista-leninista de la lucha de clases por la lucha de sexos.

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