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¿Viviremos para contarlo?

30 de Diciembre del 2008 - Ana Belén González Díaz (Espinedo (Salas))

La autovía A-63 avanza con paso desesperadamente lento desde Oviedo hacia La Espina, tras inauguraciones de kilómetro sin Ministra, tras los cierres al día siguiente del corte de cinta, con el silencio cómplice de los sumisos alcaldes del Suroccidente, con los retrasos típicos a veces justificados y los acelerones esperados en fechas previas a campañas electorales.

En el tramo Cornellana-Salas las obras apenas han empezado y dentro de este tramo, entre Espinedo y Villazón, únicamente se ha procedido hace meses a cortar la madera por donde discurrirá la traza, de modo que los árboles talados ya han vuelto a retoñar y tendrán que talarlos de nuevo antes de iniciar la ejecución de las obras.

Los vecinos de la zona afectada no tendremos autovía ni sabremos cuándo se finalizará su construcción, pero los inconvenientes previos incluso al inicio de las obras ya hemos comenzado a padecerlos, gracias a esa Administración que reparte cargos y concede favores, que subcontrata hasta el infinito, escamotea responsabilidades y se convierte en juez y parte, mientras al ciudadano tan sólo le queda el recurso al pataleo o los procesos costosos y largos y al final totalmente ineficaces, porque la razón no nos servirá cuando el daño se haya consumado y la reparación no sea posible.

Entre Espinedo y Villazón, en el concejo de Salas, hay aproximadamente una docena de viviendas edificadas en la margen derecha de la nacional 634, sentido La Espina, algunas construidas contra terreno y otras a escasos metros de la ladera que se dibuja casi perpendicular a la propia carretera nacional. Por esa ladera discurrirá la nueva autovía.

Las obras en esa zona no han comenzado, pero aprovechando las expropiaciones de algunas fincas o partes de fincas se ha permitido cortar madera en zonas limítrofes que en otras épocas no serían autorizadas y sacarla por accesos imposibles que en condiciones normales ningún colindante ni propietario consentiría.

El resultado es que los propietarios de los montes de la zona, si quieren vender la madera que crece en sus fincas no expropiadas, pero próximas a la traza, o lo hacen al único empresario del sector que cuenta con patente de corso de la Administración para campar a sus anchas por las fincas expropiadas con motivo de la ejecución de las obras de la autovía o pierden quizá para siempre la oportunidad de hacerlo, pues a saber en qué condiciones de accesos y limitaciones quedarán esas fincas una vez se construya la autovía.

Así es como empresarios determinados y empresas adjudicatarias mercadean con el aprovechamiento y uso de las fincas expropiadas para beneficio propio y con fines ajenos al interés general que justificó la expropiación para la realización de unas obras que aún no han comenzado. Y todo ello con la aquiescencia de esa Administración que, ¡claro!, no es de todos y no se inmuta cuando comprueba que dichas fincas las utilizan como accesos, depositan maderas, se sirven de ellas para cargar y descargar dichas maderas, se aparca maquinaria utilizada para extraer y transportar dicha madera.

Pero, aun con ser grave lo expuesto, lo peor es que, como consecuencia de las pistas abiertas de cualquier manera, de la desaparición de la capa vegetal, de la acumulación de tierra en algunos puntos y del cambio del curso de las aguas que nacen o discurren por la zona –sin que las obras hayan comenzado–, el peligro de argayos de dimensiones importantes está servido. Ya ha habido un ejemplo en los días pasados en el que por tan sólo unos metros una casa no ha quedado sepultada.

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