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Fiesta de San Josemaría

25 de Junio del 2018 - RAFAEL GUTIÉRREZ AMARO (SEVILLA)

En este 26 de junio de 2018, en el que se celebra la fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer, quisiera tratar de dos pilares fundamentales de su espiritualidad: la Santa Misa y la Confesión sacramental. El dinamismo de la espiritualidad de San Josemaría hizo posible que pronto aspectos muy relevantes de la vida cristiana, como estos dos por ejemplo, formarán parte activa y cotidiana de muchos seguidores de Jesucristo. Hoy día ya son muchos miles de personas las que lo viven a diario gracias al impacto fundacional de este Santo denominado por San Juan Pablo II el Santo de lo Ordinario. Aquí dejo estás pinceladas de su espiritualidad entrelazadas con mi viva experiencia personal.

En el altar, es verdad -y puedes pensarlo siempre-, se eterniza Jesucristo. El sacerdote no es este, aquel, o el otro. En el altar, el sacerdote siempre es Jesucristo, que va a renovar incruentamente el Sacrificio del Calvario. Y tú, ¡si quieres! lo presencias y lo vives; y le puedes decir al Señor lo que te parezca, lo que quieras, lo que te salga del corazón. Y puedes vibrar, sentir la dicha, tocar el amor.

Y en Argentina San Josemaría en 1974, a un año de su muerte, decía que para oír muy bien la Santa Misa, le digamos a Jesús:

-Yo sé que eres Tú el que estás en el altar; yo sé que veré tu rostro en el Cielo; pero con la fe, sé que verdaderamente, este sacerdote, en este momento, eres Tú; y yo quiero asistir a este misterio profundo, inmenso; y hacerlo removido, amándote.

-Y tu Santa Misa será muy buena para ti y para todas las almas, y especialmente para las almas de los que te rodean, de tu familia; porque has de procurar que en tu familia haya mucha paz, mucha serenidad, mucha tranquilidad, mucha alegría, ¿de acuerdo?

Y en Argentina también en 1974, paladeando esta grata realidad, ahondando en la profundidad del misterio decía, que Jesucristo Señor Nuestro, nuestro Dios, instituyó los sacramentos, que son como huellas de sus pisadas, para que nosotros pisemos allí y podamos llegar al Cielo. Y uno de los sacramentos más hermosos y más consoladores, indicaba con contundencia que era el de la Confesión, el sacramento de la profundidad del amor.

Y en Perú también en 1974 explicaba:

-Jesús Señor Nuestro ha querido, en su bondad infinita, dejar muy bien señaladas sus pisadas en la tierra por medio de los siete Sacramentos, con el fin de que los hombres y las mujeres podamos caminar seguros.

Y entre esos Sacramentos, decía, con mucha, mucha fuerza que había uno, que ahora era más atacado que los demás, era el sacramento de la Penitencia: la Confesión.

Y comentaba para terminar que se sentiría muy dichoso si nada más lograba que, por lo menos uno de los que le escuchaban, se decidiera a hacer una Confesión bien hecha.

Una Confesión: sincera, detenida, contrita.

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