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Yo escribí "El Quijote"

3 de Julio del 2018 - José Antonio Coppen

Por el título que acabo de plasmar me apresuro a decirles que, al menos, por ahora, no desvarío. Sigan, por favor, leyéndome y entenderán a qué obedece el título. En nuestra modesta opinión, ningún español/a debería morirse sin haber leído “El Quijote”. Señalar que se trata de una de las tres obras maestras de la literatura de España; las otras dos son: “El Criticón”, de Baltasar Gracián, obra maestra de este autor y como una de las cumbres de la narrativa filosófica española. La tercera obra es “La Celestina”, nombre con el que se ha popularizado la Tragicomedia de Calisto y Melibea, atribuida a Fernando de Rojas (publicada en 1499).

Digamos como dato curioso que la primera parte de “El Quijote” y la primera edición de la tragedia de Shakespeare, o sea, “Hamlet”, aparecieron el mismo año, es decir, a principios del siglo XVII. Pues bien, ciñéndonos a “El Quijote” debemos advertir que al principio de su lectura puede resultar engorrosa o pesada. Hace un tiempo el propio Vargas Llosa decía que a él al principio de su lectura, a la edad de 15 años, fue un fracaso rotundo, que le aburrió soberanamente y que no entendió nada, que es lo normal. Vargas Llosa añadió: “Debe empujarse, motivarse a los jóvenes a leer ‘El Quijote’, pues además de vivir una aventura fantástica se descubre el poder extraordinario de la imaginación como motor del cambio del mundo en el que vivimos”.

Algunas reflexiones más sobre lo que representa la gran figura que es Don Quijote. Ante todo y por encima de todo, la fe, que es algo eterno, inmutable. Y es verdad, Don Quijote está penetrado por entero de la lealtad al ideal, por el cual está dispuesto a padecer todas las privaciones posibles, a sacrificar su vida; de hecho, sólo valora su propia vida en cuanto que le permite encarnar el ideal e instaurar la verdad y la justicia en el mundo. De su comportamiento se extrae que Don Quijote consideraría vergonzoso vivir para sí mismo, preocuparse de su persona. Él vive, si se puede expresar así, fuera de sí mismo, para los otros, para sus hermanos, para extirpar el mal, para enfrentarse a las fuerzas enemigas de la humanidad –a los magos y a los gigantes–, es decir, a los opresores. En él no hay ni rastro de egoísmo, no se preocupa de su persona, se autosacrifica por entero. Por eso es intrépido, paciente y se contenta con una comida frugal, con las ropas más pobres. Su corazón es humilde; su alma, grande y audaz. Ajeno a la soberbia, no alberga dudas sobre sí mismo, sobre su vocación, ni siquiera sobre sus fuerzas físicas.

Por tener un recuerdo a su fiel escudero, digamos que Sancho Panza es un personaje ficticio de la novela de “El Quijote”. Labrador manchego. Es uno de los personajes protagonistas de la obra, que en muchas de sus intervenciones produce hilaridad.

Es hora ya que diga a los lectores que en mi adolescencia, cuando comencé a aprender a escribir a máquina, en una Olivetti, me aconsejaron que las prácticas las hiciera copiando "El Quijote", y claro que lo hice, de cabo a rabo; aparte de haberlo leído convenientemente con anterioridad.

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