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La terrible amenaza de la eutanasia activa asistida

9 de Julio del 2018 - Saúl Torga Llamedo

Dignidad (del latín dignitas = excelencia, grandeza) es el derecho que cada ser humano tiene a ser respetado y valorado como ser individual con sus condiciones y características particulares. No se trata de una cualidad otorgada sino consustancial al ser humano, no dependiendo de ningún tipo de condicionantes. Si la posesión se debiera a peculiaridades, habilidades o cualquier otra condición, la dignidad no sería ni igual ni universalmente peculiar para todos los humanos.

Como seres dignos, sinónimo de valiosos, somos merecedores del derecho a la vida, a la educación, al trabajo, y tenemos la opción de libertad para elegir nuestro destino y para expresar libremente nuestras ideas con el único límite de respeto a la dignidad de los demás.

Nuestros orígenes como descendientes del “Homo sapiens” son iguales, pero cada ser humano marca la diferencia con los demás: en razón del lugar geográfico de nacimiento, hábitos y costumbres, vivencias acumuladas, entono familiar y, sobre todo, la educación recibida. Estos determinantes marcarán comportamientos individuales, que después por afinidad de ideas se reagrupan en instituciones, sociedades, partidos políticos y confesiones religiosas. Algunos de ellos llegan incluso a presumir de su condición de ateos, hasta que viajando en avión la nave comienza a caer en picado.

Todas estas condiciones o posturas ante la vida, muchas veces encontradas, muy dignas todas ellas siempre que se ejerciten con convicción, van a marcar diferencia, que en un Estado democrático debieran de ser respetadas y sobre todo en algo tan importante donde se juega la vida humana, donde es preciso esforzarse en buscar posiciones intermedias razonables. Desgraciadamente, en ocasiones se toman atribuciones agresivas y antisociales buscando apoyaturas en los pactos para ejercer, como en este caso, lo que en román paladino podemos llamar atrocidades.

En nuestro país existe una izquierda política que está obsesionada con acabar con todo aquello que huela a incienso o agua bendita. Desde un Estado laico, que razonablemente en un país democrático puede ser aceptable, se ejerce un laicismo beligerante como ataque furibundo y persistente a la Iglesia católica: exclusión de crucifijos y Religión en las escuelas, bautismos laicos, aborto y ahora nuevo ataque buscando la autorización de la eutanasia activa asistida de enfermos terminales. A esto sibilinamente llaman muerte digna, cuando realmente es una macabra indignidad. Dentro de poco, los católicos ya estamos esperando las primeras comuniones laicas, ¡Manda mecha!

El punto que marca la diferencia entre partidarios y opositores a la eutanasia está en el concepto de dignidad humana. Argumento invocado tanto para justificar la prohibición como para despenalizarla. Por ello en la asamblea parlamentaria del Consejo de Europa el 21 mayo 1999 se expresa textualmente “la dignidad es inherente a la condición humana, estando cada ser humano investido de esa condición durante toda su vida. De ningún modo, el dolor, la enfermedad, el sufrimiento o la debilidad humana pueden ser razones para atentar contra la vida”.

El objetivo final de esta sociedad envilecida, promotora de la eutanasia, se basa en el principio totalitario de que el Estado es supremo y que el individuo no tiene derecho a vivir si su permanencia en la vida es una carga u obstáculo para el Estado. Los nazis pusieron en práctica la eutanasia como el mejor aliado para eliminar a enfermos incurables y aquellos otros que suponían una amenaza para la pureza genética aria. Lo que el depredador Hitler llamaba T4, o eutanasia, iba a servir para asesinar en masa a judíos, romaníes (gitanos), homosexuales y otros grupos. ¿Será posible que el Gobierno español sea capaz de tomar el relevo de aquellos asesinatos inconclusos del dictador y matarife Hitler?

Además de otros ponderables, el aborto y la eutanasia activa asistida dan un rol omnipotente a los gobiernos y las compañías de seguros con fines de lucro. James Hansen, presidente del Patients Rights Action Fund, grupo activista que se opone a la legalización del suicidio asistido, reitera: “Esta política inyecta sustanciosos incentivos financieros a las aseguradoras gubernamentales y a las compañías de seguros privados”.

El encargado de realizar estos abominables menesteres será en médico como verdugo justiciero, pervirtiendo la práctica médica desde Hipócrates a través del juramento, su práctica consiste en eliminar el dolor no al enfermo.

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