Ni esperanza, ni compasión
Por azares del destino, conozco a un superviviente con extraña vinculación a mi persona, que padeció, de una tacada, peritonitis biliar, neumonía, pancreatitis, obstrucción intestinal, edema pulmonar agudo e infarto agudo de miocardio. Entendible que, mentalmente, dijera adiós a todo cuanto amaba, desde su madre hasta la tortilla de patata.
¿Suicidio asistido? ¿Sedación terminal? ¿Muerte digna?
Nada de esto sucedió. El superviviente lo fue porque el destino hizo posible aquella frase de E. Hemingway: "La muerte es como una puta vieja en un bar. Te puedes tomar una copa con ella, pero no subir escaleras arriba".
Se tomó la copa, pero no subió "escaleras arriba", y hoy, felizmente, vive todavía. Y no se debe a que el menda sea un dechado de fortaleza (que lo es), sino a que eutanasia, esa señora "contraria a la ética", invisible e indetectable, fría y tétrica, vestida de negro y con guadaña, a la que defienden con fervor y contumacia, los diputados de la izquierda, aún no se había travestido en ley.
Pero tranquilos, era tal la demanda social, tantas noches de insomnio, la echábamos tanto de menos, que nuestros intrépidos gobernantes nos anuncian que la eutanasia is back, ha vuelto, y además, ha venido para quedarse.
Por fin, dilectos súbditos, una ley progre, justa e igualitaria, para que ancianos pluripatológicos (drogados hasta las cejas) descansen en paz, con dignidad, y no tengan que pasar por "la humillación", como ocurre en Holanda, de colgarse una placa al cuello, donde declaran, aterrorizados, que se oponen a ser sometidos a la eutanasia.
Impactante comprobar hasta dónde, humanos inmorales y arribistas sin mérito, han conseguido llevarnos, legislando, primero, para que los padres puedan matar a sus hijos (aborto), y segundo, para que, en justa correspondencia, los hijos puedan matar a sus padres (eutanasia). ¡Y la gente, entretenida con el orgullo gay, el "Sálvame", o la marcha de Ronaldo del Real Madrid!
Repito lo escrito en un artículo anterior sobre el tema: Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 3): "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona". Así, ni aborto, ni eutanasia, ni pena de muerte.
En cualquier caso, es de agradecer a sus señorías progresistas, su pertinaz insistencia en hacernos comprender que solamente buscan nuestro bienestar.
Como le decía su padre a Tony Partana, en "El honor de los Prizzi": "Todo es negocio". Me encanta recordarlo.
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