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La banda de Tucuchamona

21 de Agosto del 2018 - José María Izquierdo Ruiz

“Llamóse al niño, Silvestre,

Revueltas se apellidaba’’

“¡Silvestre, mi niño! ¿quiere usted que le cuente un cuento?”. Y el padre, generalmente de expresión severa, le sonrió emocionado por su travesura de colarse en su despacho y ojear sus libros de colores, lo atrajo hacia sí y le contó: “Érase una vez un renacuajo, tieso, majo y ojón Silvestre era un niño travieso, alegre y cariñoso, que soñaba con ver el mar de Mazatlán en Sinaloa; lo que más le gustaba era ir paseando al pueblo de España, al lado de la pequeña ciudad de Santiago Papasquiaro, en Durango, donde nació justo un año antes de acabar el siglo XIX, y donde vivía; y también a la plaza de Santiago con sus árboles, sus bancas y su hermoso quiosco... Un buen . ;. día llegó allí la banda de Tucuchamona y tocó una música tan bonita y tan nueva, y le emocionó tanto, que “le dejó bizco varios días”. ‘Y desde entonces golpeaba con un palo o tenedor, botellas con agua a distintas alturas, o tinas de baño, para distinguir sonidos y notas, y divertirse. Silvestre tuvo una infancia feliz y, además, su padre era un comerciante acomodado y su madre, “de dineros”. Ya a los 5 años sabía tocar el violín por los pueblos, y a los 11, una vez en Guadalajara.

A los 16 años su padre lo mandó por dos años, a la Escuela de Música de Austin en Texas, a dos pasos del Río Bravo, y a los 18, por otros dos, a la Escuela de Chicago.

A partir de la muerte de su padre tuvo que ganarse la vida tocando el violín y dirigiendo grupos como la Orquesta Azteca de San Antonio de Texas. Un día le dijeron que su música se parecía a la de Debussy, que nunca había oído; cuando la oyó vio que, en efecto, se parecían y decidió sólo escribir y guardar su música en su cabeza. Por eso, poco compuso hasta el año 1929, y desde entones unas 35 composiciones. Un alivio momentáneo en la dureza y pobreza de su vida fue cuando en dicho año Carlos Chávez se hizo cargo del Conservatorio de Ciudad de Méjico, y llamó a Revueltas para que enseñara violín y composición, y dirigiera la orquesta. Esta amistad y este trabajo se truncó en 1935 por rivalidad, pues Chávez era persona bien relacionada y poderosa, y Revueltas un compositor mucho mejor dotado. “¡Creo que Carlos quiere deshacerse de mil”.

Volvió entonces la penuria, pero precisamente en tal circunstancia Revueltas compuso en sólo seis años muchas de sus mejores obras. Está fuera de duda que Revueltas es uno de los grandes genios creativos en composición. Su talento se forjó en una buena enseñanza musical, en su experiencia como intérprete y como docente; sobre todo lo cual incidió su genio creativo e innovador. Fue realmente un creador de vanguardia, como Stravinsky y Bartók. El carácter de su música está en la variedad de estructuras y de unidades de construcción; y no sólo entre distintas obras, sino dentro de cada una; con frecuentes cambios de ritmo, de tono, de altura, de tempo, de timbre... con superposición de ritmos, puros o melódicos, o puras melodías; con hilvanes milagrosos entre elementos tan distintos, sin chirriar, dando un resultado bello y armonioso.

El introductor de su música en Asturias fue Maximiano Valdés; con obras como “Homenaje a García Lorca”, “Sensemayá”, “Colorines’’, “Ocho por radio”, “Redes” y alguna más. Y, aunque mucho menos de lo deseable, se sigue interpretando.

De 1929 es la obra “Cuatro pequeños trozos”, con dos violines y celo que, más allá de su valor musical, se trata de un minúsculo homenaje a Bartók con citas de su música, muy admirada y fuente de inspiración.

En 1931, para orquesta de cuerda, compuso una de sus mejores piezas de toda época, “Cuauhnáhuac”, en que junto a una base rítmica, destacan hermosísimas melodías; obra compleja pero cuidadosamente construida y fácil de oír. Está claramente inspirada en la música de Bela Bartók, con algunas notas clavadas de sus obras, a título de homenaje.

Excursión al serialismo. En 1932 sus canciones “El Tecolote” (búho en Méjico), “Ranas”, y “La oca y el canario”, son tan seriales que ni los “maestros” de Viena lo hicieran mejor; Revueltas vio · que esta era una vía muerta. Puede ser significativo que la última de las dos únicas obras seriales de Stravinsky ( 1967), se llamara “El búho y la gatita”, pues debía conocer la obra de Revueltas.

De 1932 son también el pequeño y sencillo poema sinfónico para orquesta de cámara, “Colorines”, en que dominan los aires mejicanos; y su valiosa “Alcancías” (huchas de barro), muy elaborada y vivacísima, con disonancias muy biensonantes. Flautín vivaracho, y preciosa revolución rítmico melódica. Obra de 1933 es “Ocho x radio”, muy festiva y feliz en ritmo y melodía. Alegría desbordante de aires mejicanos.

“Planos” es obra de 1934, para orquesta de cámara, compleja y difícil de oír. Golpes de gong y sonidos metálicos misteriosos y ominosos, creciente ritmo de tambores, fanfarria, cambios de timbre y ritmo, ecos en distintas escalas, y breves concesiones melódicas. Su versión para gran . ;. orquesta es su “Danza Geométrica”.

Revueltas compuso obras descriptivas para filmes. La más conocida es “Redes”, de 1935, para la película homónima, filmada y ambientada en una aldea de pescadores junto a Veracruz. Tras un inicio expresivo de serena pobreza, se oyen los tristes sones del funeral de un niño, que enlazan con la alegría de salir a pescar, que se desborda por la gran pesca; siguen los ominosos sones de la lucha entre pescadores; muere uno de ellos y se oye la triste música del cortejo y el paso rítmico de los portadores del féretro; notas finales de resignación. De 1938 es la música para “Ferrocarriles de Baja California”. El convoy parte de Mexicali, con perfecta descripción de los sonidos de la máquina y de las bielas: pitos, resoplidos, acelerones, y frenadas.

García Lorca fue muerto en agosto de 1936, al inicio de la guerra civil, y ese mismo año Revueltas compuso su “Homenaje a (o lamento por) García Lorca”, que se inicia con unos sonidos fúnebres, seguidos por números muy alegres, en que las disonancias armónicas muy bonitas gobiernan la fiesta; sigue otra fase luctuosa de melodía monódica muy buena, y finaliza con una alegría desbordante a la mejicana. Algunos dicen que la obra se inició en 1934, cuando se compuso su parte festiva.

“Sensemayá”, o “Canto para matar la culebra”, según poema del cubano Nicolás Guillén, es obra muy breve, popular, y emparentada con la danza sacrificial de “La Consagración...” de Stravinskj, por su ritmo y simbolismo; sólo que aquí la víctima no es una doncella sino una culebra: “No pises la culebra, o te muerde / tu le das con el hacha y se muere” “¡Mayombe-bombe-mayombé. Hay dos versiones, la simple de 1937 y la más elaborada y más interpretada de 1938.

En 1939 Revueltas compone una de sus obras cumbre, “La Noche de los Mayas”, con música para un filme. Se inicia con una solemne, pausada y misteriosa melodía. Sigue “Noche de jarana”, con alegre música mejicana, en ambiente maya, y un vivísimo ritmo melódico. En “Noche de Yucatán”, se oye una preciosa y suave línea melódica. Su parte fina!: “Noche de encantamiento”, es una excelente música misteriosa, embrujada, y con creciente ritmos superpuestos.

Sus dos últimas obras, de 1940, son la orquestal “Itinerarios” y el ballet “La Coronela”. La primera se compuso tras su viaje por España; ya no es un homenaje a García Lorca, sino a España. Tras unos compases ominosos y otros bélicos, viene una larga y hermosísima melodía casi monódica y continúa; y un final bélico. En 193 7 Revueltas había recorrido España (Barcelona, Valencia y Madrid, ciudades donde dirigió conciertos de sus obras). “¡Siento España como mi patria!”...

“Fantásticas y alucinantes carreteras por la noche, bajo la amenaza de fuego enemigo; durmiendo en los campos, sobre el suelo y los llanos, desolados, grandiosos, áridos ... La tarde llega a su fin en un silencio infinito, lleno de premoniciones”. Revueltas también escribió mucho y bien, pero no dispusimos de su obra “Revueltas visto por él mismo”, para incorporar a estas líneas.

El ballet “La Coronela” (con un claro recuerdo de “La historia del soldado” de Stravinsky) trata de describir, en clave de humor, la decadencia burguesa. (Los privilegiados, Los desheredados). Su parte III, “La pesadilla de don Ferruco” es posiblemente la más lograda y original; se inicia con una preciosa melodía que va pasando sucesivamente por ironía, alegría, melancolía, travesura, y aires mejicanos; su número 10 “La Coronela”, combina aires mejicanos, militares, y una alegría desbordante. Incluso en la parte IV “El Juicio Final”, parece que todos –los de arriba y los de abajo– tras un toque de retreta y un corrido, acaban en la Gloria; y desde luego el oyente. El que no acabó tan bien fue el propio autor que falleció, a los 40 años, sin finalizar del todo la obra; pero que se la estrenó en la fecha prevista, noviembre de 1940. Se dice que Revueltas falleció de bronconeumonía pero, según su mujer Ángela, también de agotamiento por su gran esfuerzo en sus elaboradas y perfectas últimas obras. Es de señalar que el mismo día en que fallecía 4/5 octubre 1940, se había representado por el ballet “La Paloma Azul”, en el Museo de Bellas Artes de Ciudad de Méjico, su cuento “El renacuajo paseador”, recuerdo del que le contaron de niño. Su hermana Rosaura y su hija Eugenia han contribuido a conservar vivo el recuerdo de Revueltas.

Un año antes de morir, Revueltas imploraba vivir 10 años más para poder concluir la obra imaginada, pero sólo le dieron diez meses. Aún así el nivel creativo, original e inimitable de su obra era ‘ya tan alto, que quizá no hubiera podido ser superado ni por él mismo. Bien pueden aplicársele las palabras de otro gran creador de ondas, Heinrich Hertz que al saber, a sus 36 años, que tenía los días contados nos dejó el siguiente mensaje: “Si me sucede algo, no estéis tristes sino orgullosos; pensad que fui uno de los pocos privilegiados que tienen una vida corta pero suficiente”.

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