Ayuntamiento de Cudillero o elogio de la incultura
Cuando hace unos años el Ayuntamiento de Cudillero me ofreció la oportunidad de impartir clases de español para inmigrantes pensé que se trataba de una decisión meditada, que formaríamos un equipo en el que todos y cada uno velaríamos por la excelencia del servicio. Pero no tuvo que pasar mucho tiempo antes de que la realidad se impusiera: desorganización, falta de información a los interesados, falta de comunicación interdepartamental, carencia de los elementos básicos que conforman un aula de estudio (pizarra, mesas, sillas, folios, rotuladores), apatía, desidia. Sólo tras dos años en un recinto sucio y abandonado -antiguo gimnasio- alguien se dio cuenta de que el sitio no era idóneo para impartir actividad alguna y tuvimos la suerte de pasar a un aula de la Casa de Cultura de Cudillero. Y no voy a profundizar por falta de espacio, no de argumentos, en las noches gélidas que debemos soportar en la húmeda y oscura Casa de Cultura de Soto de Luiña.
Sólo mi vocación y la voluntad de aprender de unos pocos hizo posible que el curso se renovara cada año, a pesar de encontrarme siempre con las mismas necesidades primarias, siempre luchando a solas por dignificar una actividad tan noble como es la enseñanza. Y de nada sirvió plantearlo, pues salvo algún tibio y resignado intento de solidaridad, lo más que he recibido de las autoridades fue silencio. Incluso hoy, tras más de dos meses esperando el pago de mis servicios, sigo reclamando una explicación coherente sobre tal retraso, una explicación que nunca llega. Empleados, concejales, incluso el mismo alcalde, todos han hecho oídos sordos, respondiendo con evasivas en el mejor de los casos o, más doloroso aún, no respondiendo siquiera. Y no se dan cuenta de que no están atentando contra mí; atentan contra la cultura. Basta ver la infraestructura que existe y su potencial educativo, compararlo con la oferta cultural del municipio, compararlo luego con la oferta de otros ayuntamientos, y quedará muy claro que para el de Cudillero la cultura no es una prioridad.
Acaso para el señor alcalde ofrecer cultura a sus habitantes sea algo demasiado peligroso: no sea cosa que abran los ojos.
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