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Ramón, ¡voy dejando tanto en el camino!

15 de Julio del 2018 - José Antonio Flórez Lozano (a)

Me encuentro a Ramón, de 85 años, una mañana de paseo contemplando su pomarada en un pueblo abandonado del centro de Asturias. Le observo compungido, como analizando su propia vida y existencia. Saludos de cortesía: “¿Qué tal te encuentras?”, “¡Voy tirando, con la soledad pisándome los talones!”. Y empezamos a hablar y consigo arrancarle una sonrisa como los primeros rayos de sol de una mañana con mucha niebla. Tal vez en ese análisis matutino Ramón necesita reconciliarse con su pasado para superar las heridas de atrás y ensayar una mirada hacia un futuro prometedor con una lectura más positiva de la trayectoria vital. Seguimos comentando de todo ello y Ramón me expresa que la vida es como un bumerán; movimientos de ida y vuelta; lo que siembras recoges. Sin duda, lo esencial para la salud y la felicidad del individuo es que no pasen los años tirando de la existencia, sino que sepamos llenar la vida de un contenido altamente estimulante, motivante e ilusionante. Y Ramón ya no encuentra ese combustible esencial para la vida, está solo: sus familiares viven en lugares muy lejanos y sus amigos, como dice él, se fueron marchando. Y así, la compañía, la afectividad y el amor se han esfumado casi totalmente. Mi vida se ha convertido en una existencia monótona y la vida se me ha vuelto muy pesada. Oscar Wilde, decía acertadamente, “sólo el amor puede ayudar a vivir”. El amor neutraliza la depresión, bloquea la aparición de cualquier síntoma depresivo.

El paso de los años

El paso de los años (¡muchos años!) acumula un estrés producido por los duros golpes de la vida (pérdida del cónyuge, pérdida de un hermano, pérdida de amigos, enfermedades graves, soledad, dolor crónico, etc.), que hace a Ramón muy frágil psicológicamente. Con el paso de los años puede que le atenacen, además, sentimientos de aislamiento y de abandono, de duda e incertidumbre, de miedo de no poder sobrevivir por sí mismo, y todo ello repercute muy negativamente en su salud. Así el debilitamiento del sistema inmune y una disminución significativa de la actividad de los linfocitos T y B tienen que ver con esos estados depresivos de la persona mayor. Un estudio reciente en mujeres viudas ha puesto de manifiesto un aumento del cortisol y una disminución de las células NK, que es tanto como afirmar un debilitamiento del sistema inmune. En los últimos meses, Ramón se encierra en sí mismo. Un revés en su propia vida le instaló en la pasividad, el abatimiento, la pérdida de los sentimientos y, finalmente, en la depresión. Y entonces surge la sensación de vacío en medio de la vida. Como dice Octavio Paz, “el sentimiento de soledad es nostalgia de cuerpo del que fuimos arrancados, es nostalgia del espacio”. Ramón, viudo de 85 años ante su depresión, se expresaba maravillosamente de la siguiente forma: “Como si se hubiera hundido el suelo a mi lado; a medida que pasa el tiempo voy dejando tanto en el camino que los años van ganándonos terreno, mi círculo de amistades y de afectos se estrecha”. Considera su “presente” como un campo de olvidos y unos recuerdos oscurecidos. Miradas, lágrimas, silencios, expresiones que cincelan su gesto depresivo. Su depresión es como una ceguera de la realidad vital. Ante el dolor, el sufrimiento, el vacío, las ausencias, los recuerdos, la idea de la muerte, el abandono, la pérdida y la soledad que se alían en mi mente, ¿qué puedo hacer?

El olor a la vida

Tal vez, para huir de recuerdos tan pesados y tristes, se necesita un “oasis de amnesia psicológica” y llorar, llorar a solas, en una especie de catarsis liberadora. Así, encuentra un efecto calmante, recuperador, tranquilizador, esperanzador y cicatrizante de su estado anímico, profundamente depresivo. Quizás empiece a sentir el “olor a la vida”. Ramón dice que tiene una apatía tremenda, que apenas sale de casa y que está invadido por la tristeza y una gran desesperanza. En fin, se encuentra en el interior de un túnel negro, profundo e interminable. Se siente fatal y llora con frecuencia, duerme mal, tiene falta de energía y mucha desgana por disfrutar de sus aficiones habituales, como jugar a las cartas o ir al centro social con los amigos. La presencia de amigos influye de manera positiva en nuestros hábitos diarios, de forma que sea más fácil seguir viviendo. No podemos pasar por alto la función tranquilizante de nuestras amistades, ya que una conversación o un rato con uno de nuestros mejores amigos nos ayudan a aliviar el estrés. Pero, ¿dónde están? ¿Qué he hecho yo para conservarlos? Ramón lo explica así: como en una criba, la paja se escapa y queda el grano. A veces, me asusto comprobar su diminuto grano. Además, si uno contempla el mundo a través de cristales fúnebres, el cerebro prolonga el estado de ánimo negativo. En su situación mental, los pensamientos sombríos, las experiencias negativas y los recuerdos amargos tienen acceso prioritario a la conciencia. A Ramón, cualquier “nadería” le parece una catástrofe. Como suele decir, “Uno ve miseria por todas partes”. La depresión es una especie de hostilidad contra uno mismo. Por ello, desde el punto de vista terapéutico y de la felicidad, es necesario romper esa espiral fatídica de abatimiento, tristeza, inhibición, cansancio, desinterés, desgana, aburrimiento, pasividad, apatía, desmotivación y de un conjunto de pensamientos negativos que producen desequilibrios en los neurotransmisores y que hacen que la persona mayor sea atrapada por la depresión. Ramón no quiere ser una imagen que llamamos “ausente”, que parece que se encuentra en el último combate, la última caída, el último suspiro en el que un estertor de ansiedad derrota su vida. Ramón se va por donde ha venido con los hombros caídos y el rostro triste; carente, tumbado, vencido y desvanecido. “Ausente”, desapareció un día y sin que nadie supiera por qué lo hizo, apagándose su sonrisa y su ilusión por la vida.

Un rayo de luz

En fin, el debilitamiento del empuje vital, es decir, de su propia vitalidad, hace que Ramón viva en un túnel sin salida y, por lo tanto, decaiga su motivación y el placer por la vida. Por eso, surgen emociones negativas, como la melancolía, que colorean el pensamiento de Ramón. Simplemente, el detonante para la depresión puede ser ese pensamiento reiterativo que advertimos frecuentemente en muchas personas mayores y que se expresa así: “La vida no vale la pena”. Pero también es muy importante el sentimiento de culpa, tal vez porque piensa que no ha cumplido las expectativas de los demás; el sentimiento de culpa le genera la angustia y se relaciona con la transgresión de normas o principios que él cree que ha transgredido y le precipita al abismo de la depresión. Una vez más, hacemos referencia a esos pensamientos tóxicos que pueden invadir nuestra mente y originar finalmente la depresión. Por eso, necesita un revulsivo que le permita sobreponerse y encontrar un rayo de luz para salir del túnel de la desesperanza. Por el contrario, adoptar una actitud que estimule nuestro cerebro, centrándose en la actividad, en el amor a la creatividad, el entusiasmo y la alegría de vivir, nos aleja de los sentimientos depresivos. Para evitar que te hundas en tus pensamientos negativos y en tu mente obsesiva es esencial un rayo de luz y de esperanza, realizar alguna actividad creativa, física y social (escritura, manualidades, pintura, excursiones, baile, relaciones sociales, ejercicio físico, desarrollo del sentido del humor, etc.). Tenemos necesidad de compartir hasta los más mínimos detalles de nuestra existencia, nuestras preocupaciones y nuestras emociones. Salir del túnel es posible; aún hay tiempo, aún hay vida. Un programa terapéutico intensivo puede neutralizar los sentimientos depresivos y hacer que en nuestra mente se dibuje un horizonte de plenitud y felicidad. Y ahí nuestro terapeuta es el mejor amigo/a que nos escuche atentamente, que sea capaz de entendernos y darnos ese apoyo con su mirada confortadora y con sus gestos complacientes. ¡Eso es la amistad!

José Antonio Flórez Lozano, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo

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