Sólo hay un camino
El destino cierto, el predestinado a cada uno, reclama, a veces, su lugar al que hemos elegido. Pasamos de largo o no sabemos esperar tomando el camino equivocado, dejando las oportunidades marcadas para nosotros.
Robert Frost, poeta americano, analizó magistralmente esta lucha del ser humano por acertar. Pero, ¿qué pasa con el camino que nos esperaba, en el que nos sentiríamos como pez en el agua?, esa existencia sin protagonista que otros recogen a retazos sin lograr componer ese puzle que pugna sin rumbo ni dueño, pero que bulle en nuestro interior complicando la vida que hemos escogido.
Cuando nacemos venimos al mundo con un kit de salvamento que no sabemos utilizar. No echo la culpa de las derrotas al destino, sino a las flaquezas que nos acompañan, adueñándose de nosotros. Considero que el entorno y los genes marcan la diferencia. Si optáramos por dejar transcurrir las cosas, meditándolas despacio, acertaríamos, sin duda.
Y cuando el camino equivocado ha enredado nuestra vida, ¿cómo tomar las riendas?, ¿cómo deshacer los desatinos? Las equivocaciones son torturas que nos hacen sufrir doblemente.
Somos complejos, apremiamos los acontecimientos dejando en el borde del camino mil y una oportunidades.
Cristina Jiménez García, Gijón
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