La vieja panadería de Rioseco
Aquella mañana, una vez en la calle, el ruido de máquinas trabajando rompía el habitual silencio del pueblo. Apenas había dado diez pasos cuando me encuentro con que el saludo matinal del "buenos días" es sustituido por una escueta pero rotunda frase: están tirando la panadería.
De inmediato, la curiosidad hace que me dirija hacia el origen de tales estruendos y me encuentro con la silueta de una máquina excavadora repartiendo dentelladas a montones de piedras y amasijos de acero.
Y entre luces y sombras, me veo transportado al pasado y de pronto aquel polvo gris se va transformando en una blanca nube de harina y flotando en ella afloran los recuerdos de mi niñez.
Veo a Severino con su carro y su caballo cruzando el río Nalón por el viejo puente de hierro que con tan peculiar cargamento se dirige a Soto de Agues.
Primera parada en Villamorey para entregar la mercancía en los dos bares-tienda existentes por entonces, Rosa y Antón Torre.
A continuación, con el pueblo convertido en un verdadero centro logístico, el trasvase de una parte, no mucha, de tan valioso artículo a una "carraliega" que a lomos de un caballo conducido por el Siastrín o por alguno de los miembros de su extensa prole lo va a transportar hasta Ladines a través del Castañeru Montés. Su destino otro emblemático establecimiento en el pueblo, Casa Petra.
Mientras eso sucede, el carro, con Severino medio dormitando, sube lentamente la cuesta de San Roque en dirección a su destino final.
La distribución en Soto: Ka Baldomero, Ka Arturo y Ka Felisina y en Agues Ka Lucila.
Ni que decir que todo el reparto conlleva en paralelo el merecido consumo de alguna que otra "caciplina" por parte del cochero.
Aquellos panes de forma difícilmente definible, ni hogaza ni barra, ni largos ni cortos, más bien anchos y altos, su nombre popular lo decía todo, simplemente eran conocidos como "un pan".
Resultaba muy difícil en aquella época que las personas de la cuenca del Nalón pasaran por el pueblo sin llevarse su pan de la panadería de Rioseco.
Aquel pan fue evolucionando adaptándose a las nuevas exigencias del mercado, llegando hasta el punto de que en plena vorágine migratoria ocasionada por la construcción del pantano apareciese un nuevo formato, entre bollo y barra, finalmente bautizado como "agroman".
Muchos fueron los chavales, en las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo pasado, que una vez finalizado el obligatorio ciclo escolar y durante periodos de duración muy variada, días, semanas, meses o años, pasaron como operarios de tan emblemático centro de trabajo. Incluso en algún caso la experiencia profesional obtenida sirvió para que ejerciesen como panaderos durante el servicio militar.
Alguna madrugada, de regreso de una larga noche de fiesta, los jóvenes sin muchas ganas de retirar pasábamos a calentarnos a la panadería, aquellas instalaciones que estaban a disposición de los vecinos para el asado en su horno cuando surgía alguna comida familiar.
Visto materialmente se trata de un simple derribo, de la desaparición de un inmueble en malas condiciones, pero a pesar de todo en Rioseco siguen y seguirán vivos los recuerdos de la vieja panadería, verdadero icono laboral y social del pueblo.
Edificio de la vieja panadería de Rioseco, descansa en paz.
Juan Luis Roces
Rioseco.
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