Es historia

1 de Agosto del 2018 - Faustino Álvarez Pérez-Manso (Oviedo)

A raíz de la tan querida exhumación, traslado o levantamiento del cadáver de Franco del Valle de los Caídos, y el deber ineludible de las personas de bien en remover los hechos históricos, se me ocurren varias reflexiones:

Reeditar la historia, como algo actual, sólo puede obedecer a criterios partidistas. La nueva izquierda culpabiliza a esa historia de todos los males actuales. El Gobierno de Pedro Sánchez es sensible a todas esas peticiones y lo primero que se le ocurre es revivir la historia de la dictadura a todos, para que no se olvide.

Así también propone revisar la ley de Memoria Histórica, mucho me temo, para dar una versión intocable e inmovilista, una visión exenta de influencias franquistas, según su propia definición de “franquismo”. Y “república”. Y “guerra civil”.

En definitiva, dar una versión de una historia desde un punto de vista partidista, donde no hay hechos que hayan ocurrido. Sólo un relato oficial y permitido. Todo lo demás puede caer en apología del franquismo. El resto es mentira.

Genial.

Esto tiene un nombre: censura. Igual que la franquista del “nihil obstat”.

Vamos a ver: la historia es subjetiva. La historia es cuántica: en el momento que se lee o interpreta ya se está mediatizando, se está cambiando. Lo único que un historiador que se precie puede hacer es dar su visión y las pautas para que el interlocutor pueda investigar por su cuenta otras fuentes.

Esto quiere decir que el alzamiento de Franco, sin duda un golpe de Estado, puede verse desde diferentes prismas.

Y que todos los hechos que desencadenaron la Guerra Civil pudieron ser determinantes para ello. O no. Depende del observador.

Los hechos comienzan desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la caída de la monarquía de Alfonso XIII, la instauración de la II República y, sobre todo, lo que ocurrió durante ella. Recomiendo leer la Historia de España de Ramón Menéndez Pidal. En general todo tipo de tratado sobre el tema. Y los innumerables libros sobre la Guerra Civil. Me quedo con los últimos que he leído, con versiones de un lado y de otro. Paul Preston e Ian Gibson, por ejemplo. Cualquier español, también. Pero cito a los extranjeros como visiones más distantes.

Pero todo ello lo menciono para una ulterior reflexión: son hechos que ocurrieron hace, respectivamente, 95 años (dictadura de Primo de Rivera), 87 años (instauración de la II República), 79 años (fin de la Guerra Civil), 44 años (muerte de Franco).

Esto es lo mismo que en Estados Unidos discutir si Lincoln tenía o no razón con la guerra de Secesión en 1950. Seguro que se discutía, dirán algunos, pero excuso cómo calificaríamos a los pocos recalcitrantes. De idiotas, nostálgicos trasnochados, o palabras menos educadas, como poco. Por no decir más, el Ku Klux Klan es parte de ese movimiento.

En cuanto al régimen de Franco, que creo ya murió, no sólo no existe, sino que la prueba más palpable de ello es que se pueda hablar de él sin cortapisa alguna. Si quedaran rescoldos nada podría decirse. ¿Que todavía hay nostálgicos? Idiotas los hay en todas partes y los habrá siempre.

¿Es necesario recordar a Ceaucescu, a Tito, a Kruschev, a Stalin mediante destrucciones simbólicas de cualquiera de sus acciones? ¿Es necesario que los laboristas deshagan todo lo hecho por Margaret Thatcher? ¿Qué los franceses destruyan todo lo que hizo, mal o bien, Napoleón III? ¿O es, sencillamente, un episodio más de la historia, interpretable como todo?

Pedro Sánchez nació en 1972. Vivió en una familia acomodada sin problemas ni económicos ni de represión de ningún tipo. No le dio tiempo tampoco. Esto es, no padeció represión alguna ni él ni su entorno. Lo mismo que Pablo Iglesias. Y sí, lo mismo que Albert Rivera y Pablo Casado.

Estamos en un Estado social y democrático de derecho, donde se puede hablar de lo que quieras y expresar tus opiniones con total libertad. Tanta que ya no la hay porque la censura corresponde a las redes sociales y los medios de comunicación.

En resumen, todo tipo de intento de borrar el pasado o prohibirlo no deja de ser una mentecatería digna de las mayores iniquidades de la historia, mayor que el envenenamiento de Sócrates, que el suicidio de Séneca, que la condena de Galileo, que la quema de Giordano Bruno...

Y todo como consecuencias del nuevo puritanismo violento que nos invade y que tiene ya un apoyo gubernamental.

Y lo malo es que sirve para todo: para condenar a “la Manada” sin juicio, o a tener una “Policía moral” en Navarra que proscribe lo que no está de moda. Un puritanismo que condena a las fuerzas del orden por definición, a los que intentan hablar correctamente por retrógrados e inmovilistas, a los unionistas por faixistes, a los heterosexuales por ser normales, a los hombres por ser hombres y a los toros por tener cuernos.

Un poquito de por favor...

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