La gratitud nos hace sentir
Buenas, aquí un día más escribiendo.
Me gustaría dirigirme a aquéllos que aun no teniendo nada lo dan todo, aquéllos
que se levantan por la mañana pensando a quién puedo hoy hacer un poco
más feliz. La verdad, hoy no me he propuesto ningún tema, sólo el fluir en este
papel, en éste son que va y viene como el día, como la noche.
Pues bien, como he empezado vamos a seguir; era un día frío de abril, los
pájaros se habían escondido, la luz entre la niebla apenas se veía y yo me
hallaba allí frente a la chimenea en un lugar plácidamente sentado, en un lugar
que sólo el fuego y chuf chuf estaban presentes, la leña del leñador en mi caso
mía, recién cortada y puesta a secar, unas cuantas piñas y una tarde larga.
De repente me llamaron a la puerta, a estas horas que no espero a nadie quién
puede ser; mi casa ya vieja, pero en pie, da fuego y calor a todo aquel que se
adentra en ella, porque esté el espíritu de todos mis antepasados, está el
espíritu del esfuerzo, de la maternidad, paternidad, de los abuelos y nietos de
un sinfín de connotaciones musicales que han hecho posible que siga sintiendo
ese calor de niño en mis brazos, en mi corazón.
Como he dicho, me dispuse a abrir, era Matilda, la vieja amiga y cocinera de las
fiestas del pueblo, qué gratitud verla, venía con picatostes. Este año la Semana
Santa caía por estas fechas y ella, como siempre, se adelanta un poco en estos
menesteres.
Esta señora es la que menos tiene de todo el pueblo; sí, vive en una casa
desleñada y con unos cuantos agujeros económicos, pero su alegría por vivir, su
alegría por ver sonreír a ese vecino, a ese niño que corre detrás del gatín, me
llena de bondad porque es su bondad, a esto me refiero, queridos amigos, quien
no tiene a su alrededor algo por lo que dar gracias, algo por lo que a pesar de
todo siendo uno lo principal por lo que dar gracias, por estar vivo y estar en
comunidad con los otros... Pensad, queridos amigos, pensad y sentirlo... Pararos
unos minutos en sentir en vosotros la calidez de vuestro corazón, la calidez de
vuestro amor, que se difunde a lo largo del día en tantas cosas como motivos
queremos hacer. Un hurra por ello, un hurra por estar vivos, por la generosidad,
por la amabilidad, por ése a quien conocéis que, no teniendo más que a él, lo da
todo.
¡Gracias, Matilda, gracias a ti!
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