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El refugio de los canallas

22 de Julio del 2018 - Marcelo Noboa Fiallo (Gijón)

En la pasada “Semana negra” de Gijón, en su 31.ª edición, entre sus múltiples actividades y presentación, una vez más, de excelentes novelas, me ha parecido imprescindible destacar la mesa redonda de escritores vascos de este género literario, bautizada como “la novísima narrativa vasca”, porque no ha dejado de sorprenderme el acuerdo implícito manifestado por los tres escritores vascos (Javier Sagastiberri, Noelia Lorenzo Pino y Antón Arriola) sobre las razones por las que en Euskadi la novela negra no había llegado a tener la abundancia y el prestigio que en otros lugares de España, como Madrid y Barcelona, a pesar de haber sufrido durante medio siglo el terrorismo de ETA: “Quedamos tan dolidos de ese tema que huimos de él, reflejamos lo negro de la sociedad pero alejándonos de esa parte. Nos hemos abierto a otras cosas y hacemos que nuestros protagonistas sean gente corriente, curas con amantes que no creen en Dios... gente que viaja... procuramos huir del esencialismo vasco”.

No es fácil estar de acuerdo con semejante justificación, especialmente cuando Euskadi tiene un espejo donde reflejarse, Irlanda del Norte: la presencia del IRA, la crisis industrial y el enfrentamiento religioso han sido una fuente inagotable para los escritores de novela negra. Por el contrario, en Euskadi, con una feroz reconversión industrial en los ochenta, una insoportable cadena de asesinatos terroristas, el ruido de sables en los cuarteles y la guerra sucia contra ETA, ¿no había elementos más que suficientes para el desarrollo del género negro en aquellos años, como lo fue en Irlanda?

Si ellos (los componentes de la mesa redonda) han preferido, aun hoy, que ETA ya es sólo historia, adentrarse por otros derroteros literarios, están en su derecho, ¡faltaría más!, pero no pretendan indicar el camino de la “novísima narrativa vasca” fuera de lo que ha sido el último siglo de la historia de Euskadi, donde la presencia de ETA y su mundo no puede ser considerada como un “accidente” porque hunde sus raíces en este trozo de España.

Por ello, la lectura de “El refugio de los canallas”, del escritor bilbaíno Juan Bas, no sólo me ha llenado el vacío que la narrativa vasca había dejado en mí en relación con la novela negra, sino que además lo ha hecho sin renunciar a la literatura, a la literatura con mayúsculas, por ello se le ha concedido, merecidamente, el premio “Hammett” 2018.

“El refugio de los canallas” es una novela sobre el odio. Ese odio por el que se adentran personajes que han protagonizado los últimos 70 años de la vida de Euskadi, desde el militante ciego de fanatismo etarra, las cúpulas de ETA, las cloacas del Estado, la guerra sucia de los GAL, los familiares de los “gudaris”, la aldea vasca como refugio de las esencias, sin olvidar al clero, al clero de base, integrado en la tragedia vasca a través del EKT (Euskal Kultur Taldea), escenificado en los funerales por los “gudaris” caídos. Ese odio que contrasta de forma alarmante porque sustituye ese vacío ideológico que se respira a lo largo de toda la novela.

Juan Bas tiene la virtud de mantener el necesario equilibrio de “culpas” a la hora de abordar las atrocidades, crueldad y amoralidad que el odio genera entre los protagonistas. Ello no quiere decir que coloque en el mismo plano el terrorismo de ETA y la lucha antiterrorista, sino que el comportamiento y la falta de moral de los protagonistas que desfilan a través de las 263 páginas representan el refugio de los canallas.

Todo lo contrario que la novela “Patria”, de su paisano Fernando Aramburu, sobrevalorada por la crítica y, en mi opinión, de inferior calidad literaria que la de Juan Bas. Aramburu se queda en el conflicto familiar, en el del vecino y amigo de toda la vida que termina siendo su verdugo, pero sus personajes no tienen la riqueza dramática de los personajes de Bas, porque falta literatura y porque las cloacas del Estado no aparecen en la tragedia vasca con la fuerza y crudeza que consigue transmitir Juan Bas.

Echo de menos, eso sí, en ambas novelas el papel jugado por el partido hegemónico de Euskadi, el PNV (éste sí, portador de la ideología necesaria para entender el drama) y una referencia a los orígenes del nacionalismo. En esto, el nacionalismo catalán se lleva la palma. Podría decirse que, en ausencia de violencia, los independentistas catalanes han preferido la construcción de una nación milenaria (aunque para ello haya sido necesario dar la vuelta a la Historia) que justifique la necesidad de liberación del yugo español. Por esos lares no será difícil encontrar otros “refugios de canallas”.

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