La tricotomía de Pablo Casado
La elección de Pablo Casado, en el XIX Congreso nacional extraordinario que los populares celebraron en Madrid el pasado 21 de julio, como nuevo presidente del PP, derrotando ampliamente a su rival, Soraya Sáenz de Santamaría, puede que haya levantado unas altas expectativas entre muchos militantes y simpatizantes de esta formación política en cuanto a su capacidad para atraer a gran parte del electorado del centro derecha que, por múltiples y sobradamente conocidas razones, habían migrado hacia otras opciones emergentes. Aunque personalmente creo que, entre los dos aspirantes finales a tomar el timón del Partido Popular, la opción de Casado era la más acertada (con Soraya, en mi opinión, al partido no le quedarían más allá de dos telediarios), la recuperación de la confianza en este partido por parte de los ciudadanos que pueden identificarse con su ideario y proyecto político aún tendrá que esperar. Como le dijo Messala a Ben-Hur, después de haber sido derrotado estrepitosamente en el circo: “La carrera aún no ha terminado”. Efectivamente, todavía le quedaban desagradables sorpresas y grandes retos que superar. Para el caso de Casado también le es aplicable esta misma sentencia. El camino que le espera será largo y plagado de dificultades; las mayores, dentro de su propio partido. La ausencia de Soraya en la primera reunión de su comité ejecutivo es toda una declaración de intenciones de que pondrá tantas trabas como le sea posible, que, además, dada su trayectoria de intrigas y conspiraciones de las que ha hecho gala en sus años como vice de todo, no serán pocas, ni nobles: no cabe más maldad en un cuerpo tan pequeño, en el que la ambición y la soberbia también ocupan un lugar destacado.
Si Pablo Casado quiere hacer realidad su máxima de que “el PP ha vuelto” para liderar España, además de elegir con plena libertad, como le corresponde desde su condición de presidente, a su equipo, cosa que ya parece haber conseguido, tendrá que arrostrar con los tres principales retos que actualmente tiene planteados: poner orden en su partido, cortando de raíz los probables cabildeos que procedan de aquellos que no han admitido la derrota, evitando que surjan corrientes opositoras que puedan dinamitar la imprescindible unidad de su formación; realizar una profunda renovación de cargos en todas las comunidades autónomas, a todos los niveles, sustituyendo, con firmeza y sin conmiseración, a todos los viejos prebostes adocenados en sus puestos por otras personas que puedan aportar nuevas ideas, trabajo e ilusión y, por último, luchar, con hechos y argumentos, contra sus oponentes políticos y los medios de comunicación afines a éstos, que tratarán, por todos los medios, de desvirtuar su propia imagen personal y, por ende, la del propio PP, calificando su elección como una irónica bienvenida a la extrema derecha. De la superación de esos retos, que no estará exenta de muchas dificultades, desprendiéndose de todos los lastres que pueden poner techo a sus objetivos, e incluso a su propia permanencia, dependerá que “el charrán”, que no gaviota, que corona el logo del Partido Popular, pueda emprender el vuelo en busca de los horizontes que en sus mejores épocas tuvo. No me cabe la menor duda de que sería positivo, no sólo para la propia formación política, sino también para el país.
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