Despedida a un gran padre, Bernardino Díaz
Hola, Papi,… donde quiera que estés.
Como ya no puedo hablar contigo (y me está costando mucho asumirlo), voy a escribirte todo lo que me gustaría contarte de estos últimos días.
Siento que te he fallado… porque siempre pensé que al finalizar tu funeral tendría fuerzas para decir en público unas palabras sobre el gran padre, gran esposo y gran abuelo que fuiste, y para darte las gracias a ti y a Mami por lo bien que nos habéis educado a Ana y a mí, y por todo el amor que nos habéis dado.
También hubiera querido agradecer públicamente el apoyo que nos manifestaron todas las personas que nos acompañaron en esos días y que fueron muchísimas… pero no pude; me faltaron las fuerzas, porque tu pérdida me ha dejado hundida emocionalmente, y eso que yo soy la más fuerte de las tres… pero también soy la que más me parezco a ti y por eso soy sensiblona y de lágrima fácil.
Quiero que sepas que todo lo que me dejaste indicado sobre tu funeral en aquella carta que me entregaste hace cinco años lo cumplí fielmente.
Toda la familia unida recibimos el pésame en el Tanatorio de Siero de todos los que te apreciaban, respetaban y admiraban por el trabajo desempeñado en beneficio de tus vecinos de El Berrón... Te hubieras sentido orgulloso de lo fuertes que fueron Mami, Ana y María.
Te sorprendería ver la cantidad de personas que te querían: tus familiares, tus amigos, tus vecinos, tu gente del Hogar del Pensionista de El Berrón, tus compañeros de la política, nuestros amigos y compañeros de trabajo…
También te hubiera gustado verte rodeado de tantos ramos de flores y coronas y, sobre todo, te hubiera emocionado ver entrar en la iglesia de El Berrón a tu nieta María (rota de dolor pero con entereza) portando su ramo de flores, siguiendo tu féretro.
Ahora la vida sigue sin ti, pero ya no es la misma... es más triste y vacía que nunca.
Hoy escribo estas líneas en Puerto de Vega, sentada en mi banquín que tanto te gustaba a ti, y no concibo que ya no vuelvas por aquí a tomarte ese pulpo que tanto te prestaba.
En este mar de tristeza, sólo me alivia pensar que pudimos celebrar vuestras bodas de oro el pasado 21 de noviembre… un día inolvidable para todos nosotros, porque estabas tan delicado de salud que fue un triunfo tuyo el conseguir celebrarlo.
Nos apena mucho que no puedas ver a tu nieta María graduarse en junio y empezar la carrera y acabarla y conseguir un trabajo y triunfar en la vida, como primero lo hicimos tus hijas: «despuntando» en los estudios, consiguiendo buenos trabajos, haciendo buenos amigos y encontrando buenos esposos (José Luis y Alfredo), que han cuidado de ti en todo momento y ahora cuidan de Mami y de nosotras.
Toca despedirse; pero antes, tengo que agradecer en tu nombre a todos los que te cuidaron en tu enfermedad: a mis amigos que fueron tus médicos y tú, su «enchufado»: Chechu, Luis, Valentín, M.ª Mar, Roberto; a mi querida Alicia que con sus visitas en el hospital tanto te animaba; a los doctores Bousoño, Palicio y Costas, profesionales del Hospital Monte Naranco que estuvieron cuidando de ti desde abril de 2009: planta principal derecha, ATS del hospital de día y al doctor Melón (tu «salvador» y tu «Dios particular» como tú le llamabas) por su gran profesionalidad, humanidad y cariño demostrado hacia ti y toda nuestra familia. Te hubiera gustado saber que nos acompañó en tu funeral sentado junto a nosotras y acudió a despedirte al cementerio de San Martín de Anes.
También quiero agradecerle a mi jefe, Juanjo, que siempre me permitiera ausentarme del trabajo para poder hablar con tus médicos cuando ingresabas o tenías revisiones.
Papi, ahora sí que me toca decirte adiós definitivamente, aunque quiero que sepas que siempre formarás parte de mí y siempre te llevaré en mi corazón.
Gracias por todo el cariño que me diste y por el mejor piropo que me decías: que yo era como tú… es un orgullo.
Besos
Marta Díaz Palacio y familia, El Berrón (Siero)
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