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Despidos encubiertos

30 de Julio del 2018 - Mario José Diego Rodríguez (Gijón)

En el conjunto de los países europeos ya se cuentan por décadas los años de vida del famoso ERE (Expediente de Regulación de Empleo) o su gemelo bajo otros nombres. En periodos "difíciles" para la empresa -entendamos por situación difícil, reducción de los beneficios repartidos entre los accionistas- ésta dispone de los ERE para ajustar su plantilla y reducir el coste que representa la masa salarial. De hecho, la definición que la administración da lo deja clarísimo: "Es un mecanismo laboral especial dirigido a empresas en crisis que les permiten una reducción de trabajadores".

Como muy a menudo en materia laboral, detrás de los títulos sensacionalistas sobre las dificultades económicas superadas por una empresa se esconde una dificultad y un coste para la plantilla. Duro Felguera -como muchas otras empresas asturianas habiendo cerrado sus puertas o no- no escapa a la regla. Como no podía ser de otra manera, han sido muchos los que se felicitaron después del anuncio a propósito del éxito de la ampliación de capital, haciendo abstracción del recorte de empleo previsto por la dirección mediante, precisamente, un Expediente de Regulación de Empleo.

El consejero de Industria, Isaac Pola, valoró como un "paso importantísimo" que Duro Felguera haya conseguido completar su ampliación de capital, con lo cual la empresa saldría reforzada. Al igual de los citados anteriormente, aquellos que se precipitaron para respirar de alivio felicitándose por dicha ampliación de capital, hace caso omiso de la puesta encima de la mesa, por parte de la dirección de la empresa, de un ERE que afectaría a 470 personas en Asturias y 88 en Madrid.

Es probablemente a ese tipo de valoración que Rosa Estébanez, presidenta del comité de empresa de Duro Felguera, se refiere cuando habla de "apoyo a la plantilla y a una salida" por parte del Gobierno del Principado. Por lo visto lo que parece primordial, es que la empresa salga reforzada, lo que supone que para Isaac Pola, como para Rosa Estébanez, los intereses de la empresa son prioritarios cara a los de la plantilla. Probablemente porque piensan que si la empresa desaparece los empleos también. El problema es que el hecho de que la empresa no desaparezca no garantiza que la totalidad de empleos se mantenga.

¿Rosa Estébanez y Damián Manzano, secretario general de la Federación de Industria de CCOO en Asturias, piensan, como algunos militares galardonados en tiempos de guerra, que hay que sacrificar algunos para salvaguardar a la mayoría a condición que esos algunos no sean ellos? No puede uno no hacerse esa pregunta cuando éstos afirman "que ese expediente debe abordarse como una reestructuración de costes, no de despidos indiscriminados de trabajadores".

¡Solo faltaba que esos despidos fuesen indiscriminados! Les guste o no a dichos dirigentes sindicales citados más arriba, un ERE como una 'restructuración de costes' -peripecia lingüística para no llamar las cosas por su nombre- son mecanismos que permiten practicar despidos encubiertos, aquí y ahora como entonces y en no importa qué país en los que los ERES estén regidos por ley. Desde que los ERES existen, sea cual sea el nombre que le den en otros países de Europa, han desaparecido millones de puestos de trabajo. El coste de tal desaparición, naturalmente, a cargo del Estado sin que les cueste un céntimo a las empresas.

Más allá de quien corre con el gasto de esos despidos encubiertos, los ERES no pueden ser una solución, negociada o impuesta, para la clase trabajadora a corto, y menos aún, a largo plazo. Regiones enteras, entre las cuales se encuentra Asturias, han visto desaparecer, parte o todo su tejido industrial condenando a la pérdida de su poder adquisitivo a los más afortunados y a la miseria o al exilio a los más desafortunados.

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