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Xaudaró, Mingote, Forges y Alfonso

30 de Agosto del 2018 - Ricardo Luis Arias (Aller)

El humor y la caricatura han jugado siempre un papel muy importante en la prensa escrita. Vienen a ser algo así como la guinda alegre de un periódico, que suele destacar de las demás noticias, sobre todo de las tristona y tremebundas como las guerras, accidentes, terremotos, terrorismo y demás cosas desagradables que suelen ser hoy tan frecuentes en los medios informativos. Hoy, vamos a recordar a un caricaturista que hizo historia humorística y fue pionero en la prensa española, allá por los años veinte y treinta, que hoy nadie conoce ni ha oído hablar de él. Como Xaudaró firmaba sus caricaturas y en todas ellas dibujaba un perrito siempre en una postura diferente. En el periódico “ABC”, fundado por Luca de Tena en 1904, fue donde Xaudaró hizo esa genial historia humorística.

Fue tal su fama caricaturística y jocosa, que muchos lectores lo primero que buscaban en el periódico era el chiste diario de Xaudaró. Él pulsaba la actualidad con una habilidad y una gracia asombrosas. Su humor era finísimo y hasta me atrevería a decir que intelectual. Exprimimos las meninges y recuerdo esta caricatura. Dos amigos y el perrito, que es de uno de ellos y está haciendo pis en el pantalón y zapato del otro, que se cabrea y le dice al amigo: “¡Tu chucho me está meando, que vaya hacerlo a uno de estos árboles del parque!”. La respuesta es genial: “Hombre cómo te apellidas Fresno...”.

Pero Xaudaró fue más allá en su humor y caricatura en el “ABC”, al publicar un libro, en dos tomos, titulado “Viajes morrocotudos”, con un disparatado humor de carcajada. Por ejemplo, que recuerde ahora, entre los que llevaba en su equipo eran un tiragomas (un gomeru, como arma defensiva), un catecismo y un biberón. Y cuando cruzó África y fue capturado por una tribu de hambrientos caníbales, le metieron en una enorme olla, la llena de agua y se disponen a encender el fuego, él les dice que le echen unas patatas “porque así sabré mejor”. El jefe de la tribu aquella manda echarle patatas, advirtiendo de nuevo Xaudaró que no tenía sal la olla. El enorme caníbal aquel le dice que no la tienen. Entonces él, sale de la olla diciéndole: “Yo voy a buscar la sal, amado jefe, y vuelvo enseguida para mi cocimiento”. Y se dio el piro, naturalmente. Así son los dos libros de Xaudaró, morrocotudos y de un humor disparatado y carcajeante.

Tiempo después, allá por la década de los cuarenta, “ABC” fichó al dibujante que rompe todos los moldes del humorismo habidos hasta entonces en la prensa nacional. Era un militar, con el grado de comandante, que había hecho la Guerra Civil y se llamaba Antonio Mingote. Que además de un ingenio humorista asombroso, los textos de sus chistes y caricaturas eran, literalmente, los de un intelectual que, con el tiempo, le valieron su ingreso en la Real Academia de la Lengua. El fallecimiento de Mingote fue muy sentido por todos, porque además de un genial dibujante, humorista y caricaturista, su hombría de bien fue ejemplar.

Recientemente ha fallecido en Madrid otro famoso y genial humorista, que publicaba sus viñetas en “El País”, al que recordamos ahora aquí porque su fama y prestigio fueron también de ámbito nacional. Nos referimos a Forges, otro humorista que era una excelente persona, querido de todos y que todos le han llorado a través de los medios informativos. Forges era también un intelectual, en cuyas viñetas hizo una fina crítica a nuestros políticos, sobre todo a los corruptos.

Pero lo que verdaderamente se nos hace obligado ahora aquí es recordar a otro genial dibujante y humorista que rompió igualmente todos esos moldes y que, además, era asturiano. Nos referimos, naturalmente, a Alfonso que aquí, en LA NUEVA ESPAÑA, hizo historia del mejor humorismo conocido hasta entonces, y que fue el mejor cantor que ha tenido nuestro medio rural, sus pueblinos y aldeas, sus buenas gentes, que personificó en Telva y Pinón, y también en su sobrino Pinín. En lo que se refiere a la hombría de bien de nuestro genial dibujante y caricaturista, ha sido ejemplar y no ha tenido límites. Y Alfonso, maestro y amigo, merece capítulo aparte, aquí que fue su periódico. Y también el de todos.

Ricardo Luis Arias

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