Las promesas del señor Presidente
El pasado viernes, 3 de agosto, el señor presidente del Gobierno, sr. Sánchez, al término del Consejo de Ministros hizo una rueda de prensa y en ella se explayó a sus anchas sobre todo lo que, según él, había hecho en los sólo dos meses que lleva en el Gobierno y se arrogó logros que ya habían sido aprobados por el anterior Ejecutivo, caso de la subida de pensiones y algunas otras cosas que contemplan los presupuestos del 2018, que él y su grupo no quisieron votar pero que al final, una vez en el poder, aceptaron como algo suyo. También anunció lo mucho que piensa hacer en el resto de la legislatura, que, según dijo, piensa agotar sin adelantar las elecciones, a pesar de que había dicho que este Gobierno se formaba para convocar elecciones (pero no dijo cuándo).
Un día antes, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicaba una encuesta según la cual este señor era el mejor valorado entre los políticos, y su partido, el PSOE, había saltado de pronto a ocupar el primer puesto en la intención de voto de los españoles (debo confesar que, al menos a mí, nadie me preguntó, no sé a ustedes) y que me perdonen, pero tengo la impresión de que el CIS es un poco como la cocina de Juan Palomo, "yo me lo guiso y yo me lo como". En la rueda de prensa en cuestión, estuvo de lo más amable y condescendiente con los periodistas que le planteaban preguntas. De sus respuestas, uno podía llegar a entender que ahora los españoles estamos ante un líder tan capaz, razonable e inteligente, que este país, no tardando mucho, si no se sitúa a la cabeza de Europa en todo, será por cualquier revés de fortuna imprevisto, pero nunca por no contar con la buena disposición y capacidad de quién nos gobierna y de su fabuloso equipo de Gobierno.
Que este señor llegó al Gobierno, digamos por la "puerta trasera", no hace falta recordárselo a nadie. Lo hizo utilizando una fórmula tan legal como, a mi entender, poco ética, la "moción de censura", y apoyado en los votos de los que a todas horas dicen que quieren romper España y demuestran odiarnos tanto al resto de los españoles que parece que no les importaría algo así como volver a los tristemente recordados reinos de taifas que tanto sudor, sangre y lágrimas costaron a nuestros antepasados. Para más escarnio, a este señor nadie con derecho a voto lo había votado, no tenía escaño en el Parlamento, ni por su partido ni por el de Rita la Cantaora, pero ya ven, es tan hábil manejando las cartas de la política que ahí está, sentado en la poltrona principal.
En la mencionada rueda de prensa hizo alarde de demócrata a raudales y de estar dispuesto, a mi entender, a negociar hasta con el mismísimo diablo si es preciso, para que los tribunales nunca más tengan que decidir nada sobre temas políticos, aun cuando algunos políticos que cobran su sueldo de nuestros impuestos sigan empeñados en poner la unidad nacional patas arriba. Lo curioso es que un día más tarde, el sábado 4 de julio, el BOE publicaba un sin fin de decretos aprobados, supongo, en el Consejo de Ministros del día anterior; día de la rueda de prensa de la democracia y el buenismo a raudales anunciados por el señor Presidente. No sé ustedes, pero yo pensaba que gobernar a golpe de decretos e ignorando al Parlamento, era más propio de dictadores que de quienes presumen de ser demócratas. Disculpe mi ignorancia, pero yo, así lo entendía. Ya veo que estaba equivocado.
José Luis Álvarez Lauret
Gijón
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