La bomba yanqui

7 de Agosto del 2018 - javier arjona (Siero)

La consigna de crear grullas de papel en la lucha por la paz se remonta a la historia de una de las pequeñas víctimas de la bomba de Hiroshima, durante la Segunda Guerra Mundial, Sadako Sasaki. Las pudimos ver, y escuchar la historia, en la visita a Hiroshima hace 4 años, cuando Israel estaba bombardeando de forma masiva Gaza.

Apela a la construcción colectiva de gestos como que, de manera comunitaria, se lograran elaborar las 1.000 grullas de papel que la niña no logró completar debido a la leucemia contraída por efectos de la bomba yanqui. Y multiplicar esos gestos de aspiración y construcción de la paz, el desarme, la desmilitarización.

Hace 73 años. "La bomba que cayó del cielo", como diría Obama, fue tirada desde un bombardero norteamericano y no tenía ninguna otra intención que mostrar una fuerza militar destructora, innecesaria, atroz que siguen padeciendo miles de japoneses. 140.000 murieron de golpe. Pocos días después, en Nagasaki, murieron otros 137.000. El Gobierno japonés ha reconocido a un total de 650.000 "hibakusha", sobrevivientes con secuelas de las bombas nucleares de USA.

El horror del mayor atentado terrorista de la Historia se muestra parcialmente en el museo de Hiroshima, pero también las grullas de papel, convertidas en bronce, como aspiración y propuesta de desarme atómico.

Estas pajaritas sirven para rememorar muchas de las fuerzas, coaliciones y alianzas que han promocionado el desarme nuclear y han denunciado sin interrupción los peligros de la guerra atómica.

Los peligros los sustenta únicamente una minoría: la poderosa industria armamentista que determina la formación de numerosos gobiernos del mundo.

El desarme se posiciona con fuerza en base a principios esenciales para preservar la vida en el planeta, y para ello se deslegitima la posibilidad de que ningún país, grande o pequeño, siga teniendo o construyendo armas nucleares.

Y si existen 25.000 bombas atómicas, su destrucción es la única garantía de que no se usarán.

El colonialismo actual, con Israel a la cabeza, se apoya en este desbarajuste antihumano de las ojivas nucleares, y sólo una movilización potente y masiva en todo el mundo puede acabar con el despropósito militarista acaparador de territorios y excluyente de miles de millones de seres humanos.

La Paz es un derecho humano a construir para preservar a la Humanidad.

El jurado del Nobel de la Paz reconoció en 2017 a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares-ICAN por su labor precisamente en aras de este desarme.

Hace un año se firmó el tratado que prohíbe el uso, la producción, el almacenamiento y la amenaza del uso de armas nucleares, ya ha registrado 59 firmas y 14 países lo han ratificado.

Javier Arjona

Pola de Siero

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