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Vejez vilipendiada

11 de Agosto del 2018 - ISMAEL MARTÍNEZ GARCÍA (NAVA)

“Dos ancianos se escapan de la residencia para asistir a un festival de heavy metal”. Hace unos días apareció esta noticia en diversos medios de comunicación y rápidamente se prodigó en las redes sociales. Aunque no aporta información aclaratoria respecto de la edad de las personas adultas mayores protagonistas de la misma, ni de su estado de capacitación legal, lo que llama la atención es el desprestigio social que tiene la vejez en nuestra sociedad.

Con frecuencia aparecen informaciones parecidas y casi siempre con mensajes de desdoro hacia este grupo etario. En el titular se utiliza la palabra "escapar", que según el diccionario de la RAE de la lengua y entre sus varias acepciones están las de: "salir de un encierro o peligro", o "alejarse del alcance de alguien".

En nuestra sociedad democrática todo ser humano mayor de edad y que no tenga limitada su capacidad mental, tiene derecho a actuar según su libre albedrío. Es decir, tiene derecho a la libre elección de sus actos, siempre que estos no vulneren los derechos de los demás. Por lo tanto, puede decidir si desea acudir, o no, a cualquier evento abierto al público.

En cuanto a las residencias gerontológicas, son instituciones dedicadas a prestar, a las personas mayores, servicios como alojamiento, manutención y atención en las actividades básicas de su vida diaria; disponen de personal cualificado y programas de estimulación personalizada adecuados a las necesidades de los usuarios, y todo ello bajo la normativa y supervisión de la consejería de Servicios y Derechos Sociales del Principado de Asturias, que regula las actuaciones de estos centros.

Las personas adultas mayores, como ya he mencionado anteriormente, cuando su capacidad mental les permita gozar de plena autonomía, pueden entrar y salir de los establecimientos con plena libertad, siempre guardando las normas de debido respecto a las normas de funcionamiento de los mismos. No es, por lo tanto, necesario "escapar", ni el centro tiene que "avisar a la Policía" para que lo busquen, "ni obligarlo a volver" en contra de su voluntad y custodiado por los agentes del orden público, como reza el texto de la noticia.

Distinto sería el caso de la persona que, por demencia u otras enfermedades, tenga mermadas sus condiciones mentales, no gozando de autonomía personal y con una incapacidad judicial civil. En este caso sí deberán los cuidadores o tutores, en su obligación de velar por los intereses del adulto mayor bajo su responsabilidad, actuar con el sigilo que se les exige.

El viejismo o edadismo invade nuestra conciencia colectiva. A lo largo del periplo vital recorremos distintas etapas, una de ellas es la vejez. Los que ya tenemos cierta edad recordamos el respeto con el que se trataba a las personas adultas mayores no hace muchos años. En la actualidad la imagen de la vejez está siendo vilipendiada hasta extremos inaceptables. Esto puede dañar la salud mental de las personas interesadas al influir sobre la autoestima, que es un importante factor de estabilidad psíquica.

La vejez no es una etapa fácil, nunca lo ha sido, pero quizá tampoco nunca haya estado tan devaluada como ahora; se impone el discurso de las pérdidas, ignorando que también existen ganancias. Como dice R. Becerril, "cohabitamos dentro de una complicada red de factores y situaciones culturales que influyen en la imagen social de la vejez. Partimos de la idea del rechazo cultural y estético ‘de lo viejo’ y ‘de lo feo’ que lleva a asignar connotaciones negativas a las personas adultas mayores, genera desigualdades y les excluye de los sistemas normalizados de participación social. Vivimos inmersos en una cultura corporal tendente a la homogeneización de los cuerpos delgados, que persigue el ideal de la eterna juventud y esconde lo viejo y lo feo, definidos como patrones bajo su propio dictado". Y cita, a modo de ejemplo, el siguiente eslogan publicitario: "Me comprometo a seguir siendo eternamente joven", quimera que desdeña las otras etapas de la vida proclamando a la exigua juventud como la única merecedora de ser vivida.

Hace ya varios años que la imagen del viejo no se prodiga en los medios de comunicación, excepto en casos como el que nos ocupa. En una sociedad donde el envejecimiento de la población es un hecho manifiesto e incuestionable y sin perspectiva de cambio a corto o medio plazo, deberíamos, entre todos, hacer un esfuerzo por revertir esta situación y ofrecer una imagen positiva que la vejez. Por el bien de una sociedad que pretende ser solidaria y ecuánime.

Cuando yo sea una persona vieja, si tengo la suerte de llegar a esa interesante edad, y alguien me dice, como yo he escuchado decir a otros, queriéndoles alagar: "Tienes el cuerpo viejo pero el espíritu joven". Mi respuesta sería: ¿Acaso no tengo derecho a poder tener un espíritu viejo, y poder pensar, sentir y actuar como un viejo? ¿Por qué renunciar a esta etapa de la vida, cuando todos aspiramos a una vida plena?

Ismael Martínez García

Nava

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