Carta de una maestra
Desde el pasado 1 de septiembre estoy jubilada y no puedo menos que escribir esta carta para compartir mi experiencia en el mundo de la enseñanza (Educación Primaria, antes Educación General Básica).
Desde los 18 años hasta los 29, di clases particulares: fui a las casas de los niños y algunos fueron a mi casa. La experiencia fue muy gratificante: me sentía feliz, vivía con plenitud lo que hacía. La ilusión era correspondida, de forma especial por los padres.
En el año 77 comencé a ejercer mi profesión en Pola de Lena como propietaria provisional. De allí marché a Cerredo (Degaña) en septiembre del año 81. Mi agradecimiento a toda la comunidad educativa de los colegios públicos de Pola de Lena (en aquellos años, Vital Aza y Masgaín).
En Cerredo estuve desde septiembre del 81 hasta agosto del año 83. Fue una buenísima experiencia: conmigo vivían mis dos hijos, que allí cumplieron 2 y 3 años de edad, respectivamente. Fueron unos niños felices y queridos por todos. Hoy, algunos de mis antiguos alumnos se acuerdan con cariño de, cuando después de salir de la escuela, iban a jugar a mi casa con mis hijos.
En septiembre del 83, entré en el Colegio de Figaredo (Mieres). Aquí estuve 25 años como maestra de Primaria: tuve una familia entre mis compañeros, de los que me acuerdo de todos y cada uno de ellos con cariño. Mis tres hijos acudieron conmigo a este colegio. Fueron queridos por sus compañeros, a los que correspondían en la misma medida.
Da la casualidad que, mientras escribo esta carta, en la televisión dan unas noticias que a mí me espantan: la ¿convivencia? en algunos centros educativos. Este no es el mundo de la docencia que yo conocí.
Con estas letras quiero expresar a las comunidades educativas de Pola de Lena (77-81), de Cerredo (81-83) y de Figaredo (83-08) mi más expresiva gratitud por «sentirlos» conmigo, y, sobre todo, decirles lo que no les dije cuando me despedí de ellos: que nunca los olvidaré.
A mis compañeros que siguen en la escuela, además, todo el ánimo del mundo, para que sigan siendo como son, y animarles a seguir poniendo una luz en esta especie de túnel que nos viene no sé de dónde.
Por último, un recuerdo entrañable a los compañeros que ya no están y de los que no me olvido.
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