Toros, no gracias
No deja de ser una temeridad que unos jóvenes en pleno desarrollo de su futura personalidad inculcar a estos adolescentes, a través de llamados cursillos de tauromaquia, la insensibilidad hacia el sufrimiento y destrucción de un ser vivo e indefenso, previo al atroz maltrato y ensañamiento. El toro.
Se hace difícil entender cómo seres humanos, con unos principios mínimos de empatía hacia animales vivos e indefensos encerrados sin posibilidad alguna de sobrevivir, pueden regodearse con el sufrimiento, hasta el extremo de sentir placer al arrebatarle la vida y, aplaudir su agonía. Que, en la charca de su propia sangre, los ojos desorbitados sin comprender qué le está pasando, qué hizo para merecerse tanto.
Parece ser el camino de lo que se les pretende dotar a estos alumnos.
Qué podremos decir cuando el propio consistorio. Propietario de la plaza, consiente y patrocina este estado de cosas.
Todo tiene comienzo y...
José Antonio Campoamor Méndez
Gijón
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