Curzio Malaparte

13 de Agosto del 2018 - antonio parra (cudillero)

Caminamos a la zapa, pero literariamente me curto en la escritura incombustible de los grandes maestros como Curcio Malaparte, voz profética resonando en los dos frentes de la segunda guerra mundial doble agente trabajando para los rusos y para Mussolini. De sus experiencias como corresponsal en el Este surgió "Kaputt", libro único en su género que no consiguieron superar los ingleses ni los franceses tal vez algún alemán como Worchert y algún rumano. Levanta acta de aquella hecatombe que se llevó cincuenta millones de seres humanos y Hitler no fue el único culpable. Hay párrafos en esa novela que recuerdan la alegoría del infierno del Dante, pero en su último libro, Kurt Suckert, alemán de origen croata que escribía en italiano en su lengua materna y en inglés y en francés realiza una vuelta de force: “La piel”. En ella acusa a Europa de haberse rendido a las fuerzas oscuras del 666.

Cuenta el desembarco aliado en Nápoles- los americanos trajeran el tabaco rubio, la prostitución, las bragas sin palominos y medias de nylon empezaron a cogerle los puntos las pantaloneras de Segovia cuando las chicas topolino se hacían una carrera, este libro me ha traído recuerdos de mi lejana infancia las enfermedades venéreas y la mariconería. Irrumpieron toda una serie de plumas gloriosas: Prokofief, Bulgakov, Proust, Apollinaire, Cocteau, Wilde. Era la hora de los bufones. En todos los jardines nacían los narcisos. Nápoles seguía venerando a la Madonna y esperando a que los 27 de julio licuase la sangre de San Genaro pero abría el horizonte un tiempo distinto.

La homosexualidad rendía tributo a Sartre, la Bouvoir, Gide, Aragón, Tomas Mann y entró con libros de Marx y Engels bajo el brazo. Estaba de moda posar como comunista de salón, pero sin callos en las manos.

Hay un capítulo sobrecogedor en “La piel” cuando Curzio computa escenas atroces; adosados al muro zaguero de la vieja sinagoga napolitana se alineaban filas de hambrientos adolescentes harapientos a los que calculaban con lascivia soldados marroquíes y senegaleses con sus dedos largos y acariciaban con las manos negras las palmas color de culo de mono. Y los sodomizaban por unos pocos centavos.

Presuntamente, los liberadores de la vieja Europa descargaban en sus primeras líneas columnas de beréberes y africanos sodomitas, a los que su religión mahometana no les vedaba el amor oscuro, y desfilaban airosos por la calle Toledo, llamada la vía de los españoles, recuerdos al Gran Capitán seguidos de una jarca de pillastres y mujerucas dispuestas a vender su cuerpo acuciados por el hambre. El viejo reino de Nápoles nunca renunciará a su herencia española.

El bravo pueblo italiano que había resistido con heroísmo, heroísmo feroz, ante los alemanes se entregó a los gringos por una botella de coca-cola, unas medias de cristal o una pastilla de chewing gum de la forma más vil. Vendía a sus mujeres a sus niñas adolescentes y a sus chiquillos.

"En Nápoles”, observa Malaparte, “se había vendido de todo menos la honra de los ‘figlios de la Madonna’ que era algo sagrado”. Sorprendentemente el autor explica las claves de la Europa de hoy, con tres cuartos de siglo de antelación (venía la pella) en manos de partidos políticos que practican la moral de la "omertá" y la "cosa nostra", y vaticina es un escritor profético la omnímoda y espectacular irrupción de las banderas del arco Iris que flamean al ritmo del poder gay (tribadismo, uranismo, pederastia, inversión sexual, aborto, manipulación genética, hedonismo, culto al cuerpo, cambio de género, negación de la vida y ocultación de la muerte hacia la nueva religión un nuevo mito)

Hablando de libertad, se pierde en sus propios coloquios. Revisa la historia dando la vuelta a los argumentos y, actuando como una nueva inquisición, erradica o condena a las tinieblas exteriores cualquier pensamiento inconveniente. Prescribe la mazmorra para los negadores del holocausto.

El brasero del nuevo Santo Oficio demócrata porque todo huele a chamusquina en esta Europa de nuestros pecados no tardará en encenderse. Se trata de un neo despotismo ilustrado que entregará al disidente al brazo secular. Nuestro futuro es la hoguera.

Se rebela el ángel caído. No sabemos si el rebelde Luzbel volverá a ser destronado a filo de la espalda por Miguel el psicacogo (el que conduce las almas al paraíso todo lo contrario por la psicagogia mundanal del espíritu presente inflado hasta la fatuidad de irenismo virulento y odio a las cosas de Dios.

Pero ¿quis sicut Deus? Irrumpa en nosotros el grito alzado de san Miguel. Leer a Malaparte ha sido para mí estos días del julio asturiano un regalo del Consolador en medio de mis dudas, caídas y tribulaciones.

Antonio Parra

Cudillero

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