Pensemos
Hay que tener tiempo para los amigos de verdad en esta vida, pues la amistad es un don, pero también una dulce responsabilidad.
Por ello, me animo a recordar a Felipe Prieto, ya fallecido, uno de mis mejores amigos en esta vida, con el que tuve la gran suerte e inmensa satisfacción de poder compartir charla y lectura durante bastantes años. ¡Qué bien lo pasamos, querido Felipe...!
No voy a reflejar aquí mis experiencias y momentos personales en su compañía, que fueron muchos y muy buenos, pero hay uno, que viendo pasar el día a día en esta España nuestra, entiendo necesario reproducir. Y es el poema que, como consecuencia de nuestros intercambios de pareceres y debates, el propio Felipe me dedicó ya en el año 2013, al igual que yo le correspondí a él, cuando ambos en gozosa complicidad, estuvimos leyendo algún soneto de Francisco de Quevedo (siglo XVII) y así, nos reíamos mutuamente, con amplia generosidad. Dice así:
“Dilexi justitiam et ordi iniquitatem, procterea morior in exilio // Amé la justicia y aborrecí la iniquidad, por eso muero en el exilio. // Asqueado moriré, como Quevedo, // habiendo amado a España con locura, // que no oigo hablar de honor, mas de basura, // que confunde prudencia con el miedo. // Siento marcharse todo y yo me quedo // con un trozo de luz entre la obscura // floresta del vivir, de espinas dura, // señalado de hastío por un dedo. // Si señala a la boca o la frente, // ese dedo se acusa al acusarme, // que es dedo de espantajo decadente. // Me aburre el vocerío sin dejarme // sano rincón alguno de mi mente // y de mi España no deja ni un adarme”.
Pretendo con este pequeño recordatorio y homenaje, hacer una llamada a la reflexión y reacción de toda la sociedad, administradores y administrados; hace falta de forma imperiosa y sin demora alguna, recuperar el timón, con serenidad, cordura, colaboración, voluntad y compromiso. O eso, o la incierta deriva, y sabido es que nunca trae nada bueno.
Eugenio Caravia Foncueva
Oviedo
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