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Por todas las madres

15 de Agosto del 2018 - José Viñas García (Oviedo)

Respuesta contundente para Dña. Ana Cuesta.

Escribe usted una engañosa y frívola carta. Deja caer una serie de afirmaciones y adjetivos que sólo pueden salir de una impronta con propósito claro de ofender. Su irreflexión daña los sentidos de la alusión y comprensión, con descalificativos cómo: que digo “constantes improperios y con mala saña”, que insulto siempre, que soy despectivo e insultante, que me desfogo de mis complejos, que juzgo vidas ajenas, etc., añadiendo si fuera poco toda esa recata fila de leche mamada, añadiendo que la LA NUEVA ESPAÑA debiera cobrar por “la terapia mezquina de dejarnos desfogarnos”. Podrían empezar por usted perfectamente, Señora Cuesta, para ser la primera vez empieza a coger sitio para asumir como suyo todo lo que critica. Todo lo anterior lo suelta y se queda tan pancha.

Desde siempre fui contestatario y crítico con administraciones, gobiernos, políticos y ciertos funcionarios que les pagamos bonitos sueldos y se deben a nosotros. También con los colectivos que quieren hacer justicia de hoguera (seguro usted rezuma espumarajo de alguno de ellos): animalistas, ecologistas, feministas retrógradas y misándricas. Contra las listas de espera de nuestra sanidad, los cargos públicos que hacen dejadez de funciones, etc. Eso sí, ¡quiero que me diga un sólo insulto personal o descalificación a personas que no fuera un obsequio a cobro revertido donde no quedaba otra! Siempre tengo por costumbre el respeto y la educación con quien se lo merece, por ese motivo no le consiento que me ofenda de ese modo y se convierta por usted misma en víctima de mis opiniones.

Ser contestatario implica denunciar y entrar en controversia con decisiones y opiniones. Jamás la persona es mi diana. Quien representa un cargo o dice en público, se expone a la evaluación de los ciudadanos. Mis inquietudes no están exentas de duras críticas, pero jamás insultan ¡claro que hay personas en esos colectivos que se sentirán dañadas! Pero, le vuelvo a repetir, jamás falto al respeto a ninguna persona que no sea un energúmeno al servicio de sí mismo.

Cada cual tendrá y cuidará a su madre cómo quiera. Muchos hijos-as, por motivos variados (trabajo, economía, discapacidad, etc.), en mi controversia primera lo recalqué, no pueden hacerse cargo de sus papás y no tienen otra solución que otros los cuiden por ellos y meterlas en esos asilos tan cautivadores que dicen ustedes. Pero sí alguien (y así empezó esta discrepancia) dice que una madre está mejor y más feliz en una residencia de ancianos que en casa con los suyos, rodeada de nietos e hijos dándole cariño, paseos, cuidados y llevándole de vacaciones, aunque sea en autocaravana en vez del perrito, está trasladando una sensación controvertida, tétrica e incomprendida por la mayoría. Las actuales residencias que tenemos, tal cementerios vivientes (yo le podré decir que, como padre de tres hijos, no deseo que, ni uno solo de mis hijos me llegue a querer tanto que me confine el día de mañana sin mi consentimiento en tan fascinante lugar), donde todos comprobamos con familiares y vecinos que allí visitamos, el cómo cada día les ves marchitarse como una flor que se apaga por falta de amor y razones para seguir viviendo. Todos, ¡todos!, cuando tienen la mente en condiciones no dicen que están felices. Lo contrario, lloran de dolor contenido y de amargo olvido, al sentir en su ser el repago cruel de tanto amor y sacrificio entregado durante toda su vida hacia hijos que no merecieron padre alguno. Todavía recuerdo una mujer que no quería soltarme, diciéndome que sus hijas no la visitan con frecuencia y que se van de disfrute vacacional por meses ¿Cómo llamaría a eso? ¡La felicidad fingida! ¿Digo improperios? O quizás duele sentir que alguien diga la tremenda y cruda realidad. ¡Una cosa! Ya que leyó todos mis escritos, vería alguno donde pedía a las administraciones residencias similares a otros países donde allí sí podría ser feliz cualquier madre o padre. Son hoteles de lujo donde se apuntan muchos años antes los mayores para pasar sus últimos años con todo tipo de comodidad, libertad, cuidados, y divertimento ¿Pues qué me cuentan? ¡Milongas y más milongas!

Yo no juzgo personas, que manera de distorsionar las opiniones de los demás. Sólo le contestaré con una frase de un señor que para nada es mi referente: “La mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de juicio” (Sánchez Dragó).

Sean felices todas ustedes. Si tan conformes están con sus decisiones, a qué viene el sentirse tan ofendidas. Un abrazo. Si realmente se sienten tan dañadas, no era mi intención jamás ¡quizás en eso tienen razón, no soy mejor que ustedes! La única diferencia es que mi vida privada, en ese apartado, se queda para la intimidad familiar y personal. Me preocupa que me conviertan en verdugo de víctimas cargadas de un amor maternal un tanto incomprendido y difícil de cuadrar en mentes emotivas y solidarias; donde resumiríamos en un: “Gracias, mamá, por gastar los mejores años de tu vida criándome”.

Sólo espero que LA NUEVA ESPAÑA me permita esta replica (la última). No por mí, por todas las madres que no merecen ser silenciadas en lugares siniestros según están concebidos actualmente. Un saludo.

José Viñas García

Villamiana, Oviedo

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