Extraña reacción la de algunas mujeres
En estos pasados días, faltos de noticias que publicar, los activos medios de comunicación saltaron sobre la historia de un indigente a quien, a cambio de 100 euros, unos desalmados tatuaron la frente con el nombre de la enamorada de uno de los papanatas de la panda. Tan contentos estaban con su ocurrencia que hasta retrataron al infeliz mientras se consumaba la infamia.
Y para mayor vergüenza, ahí está la foto del sin techo, luciendo una sonrisa temblorosa y una mirada infinitamente triste, mientras alguien marcaba su rostro para solaz de un puñado de gañanes que convirtieron semejante ignominia en el número bomba de una despedida de soltero. Así que la jarana acabó en boda.
A saber con quién se habrá casado ese miserable que encontró gracioso marcar con el nombre de su novia la piel de un pobre hombre para el que cien euros son una fortuna. A saber si esa mujer es consciente de la clase de persona que ha demostrado ser su marido y las cosas que encuentra divertidas en una noche de parranda. Quizá sea una buena persona y su esposo haya preferido ocultarle la historia; o quizá, es como él, y se habrá reído al conocer el hecho.
Con frecuencia me pregunto cómo son las mujeres que se enamoran de un tipo más que detestable, y ya no hablo de un cretino sin principios que encuentra placer en burlarse de un pobre indigente.
Ítem más. Hace escasas semanas, un individuo condenado por violación y asesinato se escapó de la prisión en que cumplía castigo. Su novia le ayudó en la huida.
Esa mujer, que le había conocido cuando ya estaba en la cárcel, y se había enamorado de él. De un tipo culpable de violar a dos mujeres y matar a una de ellas. Se enamoró y decidió acompañarle en esa fuga de película. No entiendo cómo es posible olvidar que el hombre con quien duerme abusó de dos mujeres y apuñaló salvajemente de una de ellas. Asimismo, no sé que ejercicio hay que hacer para perdonar un crimen así hasta el punto de uncir tu destino al de un criminal de esa laya.
En fin, quiero sentir simpatía por esas chicas, cada una de ellas por su condición y acción, pero solo me despiertan una ligera compasión que se parece bastante, muchísimo, diría yo, al repudio y al rechazo. Lo siento.
José Antonio Gutiérrez González
Piedras Blancas (Castrillón)
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