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Sobre la guerra de Afganistán

10 de Marzo del 2010 - César Balbino Arias Álvarez (Mieres)

Resulta inquietante el avance del islamismo radical en Afganistán y su proximidad a un Pakistán poseedor de la bomba atómica pero las posibilidades de estabilizar Afganistán mediante una ocupación militar por un período de tiempo indeterminado parecen quiméricas. Las peculiaridades geográficas y otros condicionantes políticos, demográficos, sociológicos, etcétera, hicieron de Afganistán un país "poco permeable" a ciertos avances del progreso. Cierto que el comunismo en aquellas latitudes produjo unas ciertas esperanzas de apertura, se consiguieron avances en educación y la sanidad experimentó significativos logros. La Universidad acogió a las mujeres por vez primera.

No obstante, las luchas internas entre facciones del régimen y, sobre todo, la oposición de los poderosos terratenientes, anclados en el feudalismo, así como de los líderes religiosos de la zona arrastraron a determinados sectores de la población con un sentimiento nacionalista, religioso o sencillamente amedrentados por los señores feudales reconvertidos en señores de la guerra a alzarse frente al gobierno poniendole "contra las cuerdas". Entonces la URSS tomó la decisión de intervenir y encontró una resistencia inesperada ya que la administración Reagan armó hasta los dientes a los talibanes a quienes los dirigentes norteamericanos calificaban de "luchadores por la libertad". Tras la retirada de los soviéticos los talibanes asaltaron Kabul, sembrando el caos. En ese momento, Occidente no movió un dedo al observar por televisión, pendiendo de una soga, al presidente comunista. A partir de ahí la brutal represión hacia las mujeres, la destrucción de monumentos patrimonio de la Humanidad, el salto hacia trás de dos mil años en toda una serie de derechos fundamentales y en la estructura socioeconómica del país, así como su condición de "narco régimen" son aspectos que constituyeron un escándalo político internacional. Pero sólo tras la masacare del 11-S los norteamericanos deciden invadir el país e instaurar un gobierno diseñado desde el Departamento de Estado de los Estados Unidos, eso sí, invocando esta vez a la ONU y siendo esa diferencia con el caso iraquí la que sirve de argumento al Gobierno de Zapatero para no retirar los efectivos destacados en Afganistán. Nuestra presencia allí se ha cobrado ya un elevado número de bajas de militares españoles caídos en acto de servicio, contando lógicamente a las víctimas del accidente aéreo del aparato YAK-42 que trasladaba personal destacado en aquellas latitudes. Convendrán los lectores conmigo en que es un tributo excesivamente alto el que España ha entregado ya en aquel avispero. Y todo ello quienes en su día dijimos alto y claro que la guerra de Irak constituía un atentado a los derechos humanos, al derecho internacional y que la participación española era un grave error político no debemos ahora guardar un silencio cómplice. Cabría esperar de la izquierda alternativa, y de la intelectualidad progresista que se sitúe a la vanguardia de una corriente de opinión que empieza a consolidarse en el seno de la sociedad mostrándose abiertamente contraria a la participación en la guerra de Afganistán -no es una misión de paz- que PSOE y PP han apoyado abiertamente.

César Balbino Arias Álvarez

La Reguerona, Mieres

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