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La historia del Cuélebre

30 de Agosto del 2018 - Pablo Peralta de Andrés (Barcelona)

Ahora que se acerca El Carmín de Felechosa va siendo hora de poner negro sobre blanco La historia del Cuélebre...

Dicen que dicen, que cuentan que narran, que hace mucho, mucho tiempo (aunque para algunos no hace tanto) habitaba por los parajes del Alto Aller un extraño ser con cuerpo de culebra y escamas de pez al que llamaban el Cuélebre.

El Cuélebre es como... una culebra, pero no es una culebra. Es como... un pez, pero no es un pez. Es como... un dragón, ¡pero no es un dragón! El Cuélebre es.... el Cuélebre... es, pues como un Cuélebre.

Cuenta la leyenda que este... animal, monstruo o como demonios se le quiera llamar, vivía en los montes del Puerto Baxo, muy cerca de Felechosa, en la falda de un pico al que llaman Retriñón, dentro de una profunda cueva llamada la cueva del Otero. Allí, en esa cueva, es donde dicen que vivió, y para algunos aún vive, el Cuélebre.

Pero no, no crean que este Cuélebre era malo, ni mucho menos. Incluso fue quien le puso nombre a ese pueblín (ahora ya pueblón) llamado Felechosa.

Antes, cuando ni en Felechosa, ni en muchos otros pueblos (ni tan si quiera en Oviedo), había luz, en cuanto anochecía, la gente entraba en sus casas y no salían hasta que el sol no volviese a iluminar las calles. Dentro de las casas jugaban, cantaban, contaban historias. Tenían mucho miedo de esa que contaban de osos, lobos, y bichos raros que habitaban el bosque. Y aunque sólo eran eso, leyendas (porque ni los osos, ni los lobos, ni ningún ser del bosque hace mal alguno) tenían tanto, tantísimo miedo que apenas dormían escuchando los ruidos que por las noches se oían salir del bosque.

Curiosamente, una mañana, quizás una mañana del Carmín, los vecinos de Felechosa se levantaron muy contentos. Taaaan contentos, pero taaaan contentos, que hasta el más gruñón de todos los gruñones, andaba por la calle con una sonrisa taaaan grande, pero taaaan grande, que parecía un buzón de correos.

Y es que esa noche, todos y todas habían dormido a pierna suelta y de un tirón, pues no escucharon ningún ruido que les pudiese dar miedo. Nadie entendía por qué, ni tan si quiera la más sabia de todas las sabias del pueblo supo dar ninguna explicación. Únicamente, algo en lo que todos y todas coincidían era que, en todas y cada una de las puertas de sus casas, alguien había dejado una ramita de felecho colgando del picaporte.

A la mañana siguiente ocurrió lo mismo, y al día siguiente, y al otro y al otro y al otro... Así, cada vez que amanecían y encontraban en sus puertas una rama de felecho, sabían que esa noche volverían a dormir tranquilos, porque de nuevo, alguien guardaría sus sueños.

Desde entonces a este pueblo se le conoce como Felechosa, tierra de felechosa.

Y también cuentan que, desde entonces, de vez en cuando y de cuando en vez, se ve a un extraño ser con cuerpo de culebra y escamas de pez salir de los felechales con su enorme boca llena de ramitas de felecho dirigiéndose hacia el pueblo y que incluso, en las noches del Carmín, puede verse su silueta caminando por el pico La Guaricia vigilando a los vecinos y vecinas de Felechosa, mientras por su boca deja salir su aliento de fuego.

Pablo Peralta de Andrés

Barcelona

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