Heroicidades

30 de Agosto del 2018 - ANTON COROSTOLA (Avilés)

Días pasados este diario en el que escribo publicó una esquela/recordatorio de los “heroicos defensores del cuartel de Simancas” de Gijón durante la Guerra Civil, invitando a asistir al acto consistente en una misa. En estos tiempos en que el gobierno del Sr. Sánchez pretende ganar ahora la guerra del 36 y ahogar a la Iglesia católica hasta límites que pueden rozar la ilegalidad, publicar esa esquela e invitar a misa me parece tan “heroico” como la defensa que se recuerda, teniendo en cuenta que cualquier referencia a Francisco Franco Bahamonde que se interprete como laudatoria pretenden que sea delito. No olvidemos que el general gobernó España durante 40 años, y toda la generación que cumplió los 40 en 1975, la mía, se educó en el franquismo, por lo que al menos a mí no me sería difícil encontrar en ese tiempo algún hecho que fuera merecedor de alabanza, por lo que podría estar en situación de riesgo si lo menciono. Quizá lo esté, pues siendo hijo de obrero agradezco que he podido hacer el antiguo bachillerato (siete cursos y examen de estado en la universidad), estudiar la carrera de Perito Industrial Eléctrico (ingreso y cinco cursos), trabajar en cuatro empresas en puestos de responsabilidad, la ultima una multinacional informática y anteriormente en otra multinacional de alimentación instalando y poniendo en marcha una fábrica en Barcelona, mientras completaba mi formación en el Instituto Químico de Sarriá, licenciándome en Ingeniería de tecnología industrial. La muerte de Franco me sorprendió en un hotel de cinco estrellas de Barcelona. Sería estúpido que reprochara y no agradeciera las circunstancias que me permitieron hacer lo que refiero, no sin esfuerzo, sobre todo por parte de mis padres. Mi hermano, capitán de la Marina Mercante, lo tuvo más fácil, pues yo ya trabajaba. No todo fue dulce en esa época como la memoria personal y no la histórica nos recuerda, pero tampoco lo fue, por mucho que se empeñen en negarlo, la anterior época republicana, cuando los “nobles y demócratas asesinos”, sin llamar a la puerta llevaban a inocentes a Peñas, al Piles y otros muchos lugares y resolvían “el problema” con dos tiros en la cabeza y abandono del cadáver. Ocurrió en mi familia y aún no sabemos quiénes fueron “esos nobles demócratas y luchadores por la libertad” sin que la ley de la Memoria Histórica se ocupe de ello. Es tan importante y justo conocer quiénes fueron esos asesinos como encontrar los restos de familiares enterrados en cunetas (algunos probablemente verdugos antes que víctimas) asesinados por otros asesinos de la misma catadura moral, pero la izquierda actual ha conseguido que los primeros no existieran, por eso conviene recordarlo.

Otro problema es que tengo una porcelana que representa al general en uniforme de campaña y le rompí una esquina por lo que preciso llevarlo a restaurar y temo ser denunciado por el restaurador. No piensen mal, no soy “fetichista franquista”, tengo otra de Lenin, pero no se rompe, es de plástico. Le ocurre lo mismo que a las dictaduras de izquierdas, nunca se rompen.

Antón Corostola

Avilés

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