Orgullo español
España no es un país de muertos de hambre. No, no lo es. Somos, ni más ni menos, como, cualquier país del entorno occidental, donde nos novemos, y si me apuran, hasta más. La historia y nuestra contemporaneidad lo demuestran. Si hemos influido en el mundo conocido, y hemos descubierto el no conocido, no podemos ser más que una nación grande. Porque solo las naciones grandes emprenden hazañas grandes. Hemos llevado allí por donde hemos pasado, el progreso, la cultura, la ciencia, la fe y la dignidad humana.
El progreso, inaugurando el primer ferrocarril en Cuba, antes que en la Península. La cultura, y la ciencia, fundando la primera universidad de América: la de Piura, en el Perú. La fe, dando a conocer en todo el orbe el cristianismo y el catolicismo, sacando de los pueblos sus primitivas costumbres que en muchos casos rozaban la barbarie, la brujería y el analfabetismo histórico, de lo que es la religión católica, desde su fundación. Todo esto no lo emprenden cuatro "bandoleros de la sierra", ni lo propagan otros tantos inhumanos, a criterio de nuestros enemigos, por defender y fomentar las corridas de toros. En absoluto.
Si esto, que espero sirva de ejemplo, se hizo en el pasado, no hemos hecho menos en el último siglo. Hemos pasado por una guerra civil, que parece nos sitúa en las antípodas del derecho o de la libertad. Pues no, ¡tampoco! Todos los países de nuestro entorno, pasado y presente, han tenido sus particulares guerras civiles, que todo el mundo conoce o debiera, con solo un mínimo de formación histórica. ¿Que la nuestra es la que más páginas ha generado entre los historiadores, periodistas, intelectuales o políticos? ¡Puede! pero no más que la Revolución francesa, la guerra de secesión en EE UU o la cruenta revolución bolchevique.
Hemos sido prudentemente neutrales en las dos guerras mundiales. Nos hemos defendido, contra la "historia negra" del protestantismo, la dictadura del comunismo y hasta de aquellas Naciones Unidas con sede en Ginebra y posteriormente en EE UU. Hemos salido de una de las mayores crisis económicas que ha sufrido Occidente, desde la Gran Depresión. No hemos tenido que ser rescatados, ni hipotecar nuestra independencia como nación, de la que fuimos y somos celosos guardianes. Mantenemos nuestra tradición, nuestra cultura y nuestros valores, a pesar de y en contra de. Aportamos al mundo hombres y mujeres de todas las ramas del saber. Hemos tenido y tenemos desde premios Nobel hasta grandes santos, pasando por deportistas de categoría mundial. Hemos pasado de ser emigrantes a ser un país de acogida. Y, porque sabemos lo que es irse de la tierra de uno, en busca de un porvenir que coyunturalmente no existía, también sabemos que cualquier emigración tiene que ser ordenada. No es caridad, ni mucho menos humanidad, aceptar a todos para después dejarlos en manos de, si no las mismas, otras mafias que los explotan o explotadores sin escrúpulos que los contratan ilegalmente. Por ello no tenemos que demostrar nada al mundo, respecto de la defensa del más débil, del enfermo o del más necesitado. Las misiones y los misioneros, atestiguan hoy, como hace veinte siglos que somos una nación basada en unos derechos humanos, ejercidos mucho antes de aquellos nacidos de una revolución cruenta.
Por tanto, hoy como ayer, y como mañana, nos sentimos muy orgullosos de ser españoles, que comemos bien, y vivimos mejor.
Justo Roldán
Oviedo
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