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El hábito no hace al monje

31 de Agosto del 2018 - José Viñas García (OVIEDO)

Si una mujer se dedica a la vida contemplativa religiosa y un hombre a ser apóstol en la tierra de esa misma vocación, están fuera de la órbita de cada día, donde se cuecen los problemas de las gentes, donde esas personas tienen que emplearse a fondo para subsistir, allí donde no es sencillo adquirir esos buenos hábitos que una vida espiritual les otorga a ustedes un Dios oculto, demasiado alejado y lejano para los demás.

Son inteligentes, han tenido tiempo de llenar su mente de argumentos llamémosle sanos y cargados de cultura general, pero la vida es otra cosa. La vida es prepararte también para no quedar atrás, muchos tienen estudios a repartir por encima de cualquier catequesis o teología; y luego de ello, les queda mendigar por un empleo digno. Después siguen los obstáculos, los retos y superaciones, la competitividad, los resultados, el marketing, vender, ofrecer, comprar, compañeros, jefes, subordinados, despidos, paro, pagar impuestos, hipotecas, etc. está un cada día embrutecido sin esa sonrisa eterna y esa manera de apreciar la vida místicamente, donde entregados a un Dios y sus creencias, ustedes nos sueltan sus discursos “vende humo” que en nada se parecen a la cruda realidad del día a día de todos los demás. Qué sonrisa puede sacar quien no tiene para calefacción, para una vivienda digna y un trabajo medio decente.

¡Los buenos hábitos morales! Dígaselo a esos curas: que el Papa en la actualidad está sintiéndose avergonzado por ellos; en cuanto a los hábitos espirituales que no son tangibles ni concretos, a ver cómo nos los cuenta (sin que se parezca al cuento de la lechera) a los menos dispuestos a creer por que sí, a tomar los dogmas de fe sin reflexión y sentir que un ser superior consiente las injusticias de este mundo para luego ser él quien disponga castigo o premio. Para muchos, los premios están en este mundo: salud, dinero y amor. Para otros, tal parece que tienen castigo terrenal eterno sin ellos ser conscientes de haber vivido otra vida merecedora de tal escarmiento divino en forma de enfermedades, penurias y sufrimiento. Los primeros sonríen y jamás tiene cara de vinagreta, pero dígame ¿qué cara deben poner estos últimos si no de asombro cuando ven el disfrute de otros que carcajean su suerte ante las necesidades de los demás? El amor es la salud del alma, dice, yo diría que del cuerpo también. Al pobre, al mendigo, enfermo y feo les faltará quien los ame por mucho amor que estén dispuestos a dar y claro que vivir es un infierno para ellos. Al rico, sano, listo y guapo le sobran argumentos para dar y tomar en todos los sentidos, incluidos en el amor y la amistad, aunque solo sea por interés... esos si carcajean y sonríen a la vida: cuádreme esta ecuación feliz personaje de otra galaxia.

No es fácil la vida para muchos para resumirla en cuatro columnas para pedir que todos seamos felices por dentro y además aparentarlo por fuera.

Madre Olga: Siento envidia de su felicidad eterna, pero deje de dar consejos que no ha vivido. Culpa de las desgracias a quien las padece por sus hábitos malos, ya que dice que quien no crea hábitos libres y responsables y opta por el bien... sufrirá las consecuencias y trasladará a su entorno cotidiano el mismo castigo ¡ya les vale! Si Dios es tan bueno, tan perfecto, es nuestro padre ¡dejen de hablar de castigos, infiernos y pecados! Y que empiece por aclararnos porqué unos nacen con estrellas y otros estrellados. ¿Acaso unos son premiados y otros castigados por vida anterior? De ser así ¿por qué nadie se da cuenta de haber renacido? Si no es así: mi pregunta sin respuesta sería que ustedes juegan a engañar y engañarse. Tanta teología debería servirles para convencernos a los incrédulos en vez de tener que seguir escuchando siempre los mismos cuentos.

La experiencia es vivirla con anterioridad. Los cuentos sin dar cuentas solo son eso.

José Viñas García

Villamiana, Oviedo

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