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Echando leña al fuego extinto

5 de Septiembre del 2018 - Víctor Díaz (Gijón)

Cerca de cumplirse 80 años de paz, el periodo más largo sin guerra en España, la izquierda, encabezada por el obseso de poder Pedro Sánchez, que pacta hasta con el diablo a fin de mandar, se empeña en revivir las dos Españas, en quebrantar la convivencia.

Queda bien ser de izquierdas apoyándose en la hipocresía, disfrutando de las ventajas del capitalismo. Si la historia se revisa, hay que hacerlo con objetividad y en su totalidad. La revisión que observamos día tras día no es más que un cobarde revanchismo, una distorsión del pasado, un juicio interesado para engrandecer a ciertas ruindades políticas actuales.

La gran milonga del antiguo comunismo se enmascara hoy con otros nombres y apariencias de modernidad, con el fin de que sus representantes puedan seguir viviendo del viejo cuento. Están muy ocupados en retirar símbolos franquistas y nada en anular los comunistas. En España se puede usar legalmente el de la hoz y el martillo, la seña de identidad de los mayores asesinos de la historia, Stalin, Mao, etcétera. Los izquierdistas no llaman dictadores a esos mal nacidos.

Legalizado de nuevo el PCE, Carrillo y La Pasionaria regresaron a España. Venían de la URSS y otros países del telón de acero con el rabo entre las piernas. Cuando vieron una España grande, libre y rica, no la ruina que ellos habían dejado, siguiendo las directrices soviéticas, aceptaron todo lo que les pusieron delante: la monarquía, la bandera... y lo que fuese.

En la plaza de toros de Gijón, abarrotada y con el ruedo lleno de gente, empezaron a “sacar pecho” diciendo: ¡Ya estamos aquí! Esa vez la milonga se llamaba “eurocomunismo”, pues el mundo ya había visto la verdadera y terrible cara del comunismo, que aún persiste en algunos países.

Pero ahora, a los que continúan con tales credos, no les basta con llamar dictador al general Francisco Franco, sino que parece molestarles hasta sus restos. Por ello, hay que recordarles que a lo largo de su extenso mandato contó con el apoyo mayoritario de la ciudadanía. La exhumación de sus restos del Valle de los Caídos es una ofensa a cuantos la respaldaron. Es una auténtica bajeza, propia de quienes la promueven. Esta gente no sabe qué significó la reconciliación nacional, el respeto a los muertos, ni lo que es sensato, en este caso dejar el pasado atrás y avanzar. ¿No da nombre a una calle de Gijón el que ordenó fusilar a miles de presos nacionales en Paracuellos y lo aguantamos? ¿Acaso preguntamos dónde se encuentran los restos de los nacionales arrojados al mar? Mucho se podría decir de las atrocidades cometidas por los republicanos en la Guerra Civil; pero, es mejor obviarlo por el bien de la convivencia general.

La unidad de la nación, los valores patrios y la lengua española, segunda más importante del mundo; es decir, todo eso que nos llena de orgullo cuando estamos en el extranjero, hay que defenderlo con determinación y claridad permanente, no hurgando en el pasado ni echando leña a un fuego extinto.

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