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¡Pelillos a la mar!

3 de Septiembre del 2018 - Antonio Valle Suárez (FIGUERAS)

Los viejos marineros dicen que el mar se lo traga todo. Parece que es verdad, a la vista de los vertidos e inmundicias de todo tipo que en él se arrojan diariamente desde tiempos inmemoriales. Seguro que hoy menos que antes pero, sin duda, muchos son los detritos que allí van a parar aún actualmente. No hace muchos años se podía ver a los barcos salír de puerto limpiando sus bodegas y cubiertas arrojando los despojos a la mar. Por esas fechas muchos de los restaurantes playeros, y algunos más alejados, tiraban los restos de sus comidas en las aguas de los muelles, playas y riberas. Afortunadamente los tiempos fueron cambiando hacia la aplicación de unas leyes menos permisivas y como consecuencia, a bajamar, ahora se pueden contemplar más limpios nuestros andurriales.

El otro día paseando a media mañana, Bras, nuestro amigo y pesado jubilado, tomó la palabra para arengarnos:

"...he leído hace poco que entre el 25 y el 30% de las muestras de pescado y marisco analizadas por los estudiosos contenían en sus carnes restos de plásticos y fibras sintéticas. No me extraña, con todo lo que va a parar a los mares. Estoy pensando que el monstruo de las toallitas y el de los bastoncitos, si es que logran salir de las cloacas, también consiguen llegar a la mar para, una vez allí, hacer su trabajo dispersándose ayudando a que la contaminación aumente. Aquí, sin ir más lejos, en nuestro paraíso de Occidente, llevan un montón de años tratando de depurar y canalizar las inmundicias que van por nuestros desagües a la mar. Al día de hoy, a pesar de todos los esfuerzos realizados, no se observa nada práctico que acabe de una vez con los vertidos a la ría. Desde hace un tiempo, ya sabéis que hay por costumbre arrojar las cenizas de algún difunto en montes ríos y mares porque así lo deseaba y tenía pedido el finado en vida o, simplemente, porque sus familiares así lo desearon en su momento. Aquí mismo, en nuestro pueblo, de vez en cuando vemos en directo esta práctica tan de moda ahora. Unos las lanzan desde el muelle, otros desde la orilla de la ría y algunos desde una embarcación. El otro día me comentaron que una familia las había lanzado desde la barandilla del Puente de los Santos. Parte de ellas aterrizaron en los ojos de un pescador que pasaba por debajo del viaducto con su lancha con el consiguiente susto, claro. Días pasados hizo un año que hemos podido ver en las televisiones como las cenizas del difunto deportista Angel Nieto eran arrojadas a la mar, en la isla de Ibiza. No se si lo tenía pedido así en vida el bueno de Nieto pero, aunque así fuese, no me parece de recibo que las cenizas del campeonísimo vayan nadando a merced de los depredadores por el alegre mar de día y tenebroso muchas noches. A pesar de que las leyes europeas tienen prohibido este acto tan romántico, las autoridades parece que hacen la vista gorda a estas prácticas que vemos se repiten cada día. Esas leyes que nos afectan dicen que para poder tirar las cenizas a la mar, la urna debe ser biodegradable y los restos humanos tienen que estar triturados en partículas con un diámetro inferior al máximo estipulado (qué no se cuál es). Siendo así, si se desea, se pueden arrojar haciéndolo a más de cuatro millas de la costa si el barco que las transporta está en marcha a una velocidad superior a los cuatro nudos... -callados todos, atentos, seguimos escuchando a Bras-. El prohibirlo totalmente, entre otras razones, sería para evitar que los humanos vivos no tengamos porque pasar a nuestros estómagos los pescados o mariscos que, previamente a su captura, hubiesen podido nutrirse de esas cenizas por muy puras e inmaculadas que fuesen. Ya nos basta hacerlo con los altos niveles de mercurio y otros metales contaminantes de los que no somos capaces de librarnos. Además, a lo mejor hay personas que no les gustan las motos y, si me apuran, a muchísimos de nosotros no nos resultaría agradable el encontrarnos en el plato con los restos de alguna ceniza que represente, por ejemplo, a algún presunto corrupto o delincuente de cualquier índole de los que tanto abundan hoy día. ¿Verdad que no sería agradable que esas cenizas dentro de su urna fuesen a parar a las redes de un pescador? Ni tampoco que se escapen de ella los restos de una parte de un cráneo y que se metan en nuestro traje de baño. Y mucho menos nos apetecería comernos un pescado que hubiese ingerido las reliquias fallecidos grandes deportistas, de prestigiosos profesionales, de obreros, de empresarios, de santos y de santas, de políticos y políticas, de jubilados... de cualquiera. -Perplejos por este tema que nos sorprende y hasta atemoriza, seguimos escuchando a Bras-. Sí, vais a decirme ahora que en el Ganges tragan todo lo que les echan al río proviniente de las piras, lo mismo que en el mar dónde este desemboca. Pero nosotros en esos temas tenemos unas normas bastante más modernas y actualizadas para cumplirlas y que nos protejan. Por tanto, los residuos de ese tipo, cada cual debiera de custodiarlos en su jardín, en la tierra o en macetas particulares, o en una urna encima de la mesita de noche si así lo estima. Pero bueno, hasta igual están acertados los que lo hacen. Mejor tirarlas a la mar ya que así, por lo menos, no tienen obligación de ir todos los años al cementerio, por difuntos, a llevarles unas flores. Bueno... estoy pensando que un buen sitio para repartirlas y que fuesen asiduamente visitadas, como dijo una señora un día, sería hacerlo en uno de esos grandes centros comerciales, ya que por allí suelen ir a menudo nuestras hijas e hijos".

¡Por favor, Bras, ya está bien de discrepar! No protestes tanto y, además, procura respetar las costumbres y creencias de los demás. ¿Quién te dice que mañana no iremos a parar allí algunos de nosotros? ¡Pelillos a la mar, hombre!

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