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El oro del Aramo y la cueva de Gancios

30 de Septiembre del 2018 - Ricardo Luis Arias (Aller)

La buena y documentada pluma del historiador mierense Ernesto Burgos ha publicado en su habitual página “De lo nuestro” una interesante historia sobre “Buscando oro en el Aramo” y la “Cueva de Gancios de Lena”, un relato que me da pie para el comentario que paso a exponer, dentro siempre de la leyenda o fantasía que existen y rodean estos temas, de los que creo ser un buen conocedor, y que traslado a Burgos con mi afecto y estimación, completando así su interesante relato sobre tesoros ocultos.

La cueva de Gancios se puede decir que está situada muy próxima al mojón de piedra que limita los concejos de Lena, Quirós y Riosa, en el mayau de Espines, casi al comienzo de la calzada romana de Vichuriz, en su sentido ascendente. La leyenda que existe en torno a esta cueva, que termina en una sima profunda, no puede ser más fantástica: en su profundidad hay un enorme arcón con un fabuloso tesoro que guarda un gigante con una gran maza levantada y, por si fallara éste, en el interior del arcón una serpiente acabaría con el que intentara abrirlo. Esta leyenda, y una interesante tertulia en ese mayau con los paisanos riosanos que vaqueriaban allí, en julio de 1942, y ellos nos enseñaron la situación de la cueva, muy difícil de localizar. Aquel mismo día mi amigo Salva y yo decidimos conocer y explorar la cueva de Gancios, cuya entrada era como un agujero y a rastras nos fuimos deslizando hasta llegar a una parte más alta y ancha, que terminaba al borde del abismo. Para intentar calcular su profundidad arrojamos una enorme piedra que inició su caída con enorme estruendo y que se fue perdiendo como si se tratara de una insignificante canica. Ante aquella profunda y silenciosa tenebrosidad decidimos volver con más cuerda y medios adecuados para ver qué podíamos ver y explorar allí. Poco podíamos hacer porque no éramos espeleólogos ni teníamos el material necesario para tal menester, que en aquellos tiempos creo que hasta se desconocía aquí. De nuevo en la cueva de Gancios con más cuerda y potentes linternas, todo el descenso que pudimos hacer fue unos veinte metros, cuando la clavija de mi cuerda saltó y mi amigo Salva me cogió casi en el aire y, gracias a su habilidad, fuerza y destreza, allá logramos ascender y llegar al borde de la sima. Mi amigo Salva, aquel día, me salvó la vida una vez más. No hubiéramos descendido mucho más, porque comenzábamos a notar que nos faltaba oxígeno. Naturalmente, no volvimos más a la cueva de Gancios.

Respecto al oro del Aramo, esta es otra historia sin riesgos y más bien con una fuerte carga de humor por parte de aquel gran paisano de Llanuces de Quirós, Pepón el de Eusebio, al que ya hemos citado aquí en más de una ocasión. Según nos contó Pepón un día, allá por la primavera de 1940 un inglés “con un güeyu de cristal que quitaba y ponía” (seguro que era un monóculo) asombró al pueblo con la cantidad de bártulos que traía y su extraña vestimenta a cuadros y “unos pantalones amarraos per debaxo la rodilla” (el clásico bombacho tan usado en Inglaterra), bombín y el obligado paraguas del no menos clásico gentleman, que pasó de largo y se situó en el Aramo. Según nuestro paisano, su abuelo decía que fue a principios del siglo XIX cuando el inglés vino a buscar oro del Aramo. “Y cuando se fue, el oru ruxía fuerte dientro de unes grandones maletes que chevaba aquel tipu del güeyu de cristal”.

A través de aquel gran paisano amigo que fue Pepón el de Eusebio, de Llanuces, esta es la versión que en Quirós existe sobre el oro del Aramo. ¿Cuento, fantasía o leyenda? No lo sé. Lo que sí sé y conozco es que muy cerca del mayau de Veneros hay un lugar conocido como la “Casa del Inglés”, que he visto y pisado. Y de lo que pudiera quedar de su supuesta casa no era más que un gran montón de piedras.

El oro del Aramo y el tesoro de la cueva de Gancios, que allí ocultaron los árabes en su retirada después de lo de Covadonga, no son más que dos demostraciones de la gran riqueza que nuestra Asturias tiene en lo que a historia y leyendas se refiere. Y en esa otra riqueza, hermosa y cautivadora, como lo es su paradisiaco medio rural con sus pueblinos, aldeas y toda su buena xente, ellas y ellos, mujeres ejemplares y unos grandes paisanos con una filosofía aldeana asombrosa, adquirida en la rústica universidad que es ese medio rural. Que no tiene igual.

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