Listos, tontos y listillos
LA NUEVA ESPAÑA del 4 de agosto publica un interesante artículo de Javier Junceda titulado: “Cada vez menos listos”. Trata de un estudio de investigadores noruegos sobre el descenso del cociente intelectual de la humanidad desde el año 1975; el estudio no aclara cuáles fueron los métodos para el cálculo, ni si fueron los mismos al inicio y al final del estudio. De siempre se sabe que los tests de CI como índice de inteligencia no son del todo fiables; por las diferentes habilidades de cálculo, de lengua, de capacidad visual-espacial, etcétera, “de la persona, en que se basan, y por el ambiente cultural y socioeconómico en que se ha nacido y se ha vivido. Hay autores partidarios de dar mayor peso a las circunstancias ambientales (Watson y Freud), y otros que priman la genética (Eysenck). El citado artículo incluye un simpático e ilustrativo dibujo mostrando un cerebro humano flotando, como un iceberg, en un tanque lleno de agua, y con un grifo abierto a chorro. ¿Lavado de cerebro?
Son muchas las circunstancias que pueden modificar la inteligencia más allá de la genética; aludiremos sólo a dos: por una parte, la cultura, y no sólo por afectar al CI, sino al intelecto mismo, pues sin ella éste carece de un importante instrumento para su desarrollo. En los colegios públicos y privados de los años 40 y 50, las enseñanzas Primaria y Secundaria (Matemáticas, Ciencias, Letras, Geografía e idiomas) eran, en general, más completas que en las siguientes generaciones; además del efecto indicado, la incultura hace a las personas y a los pueblos mucho más manejables por el poder.
Pero, centrándonos en el lavado del cerebro, afín a la reducción de la capacidad discursiva, aquí y ahora destaca la negativa influencia de los medios audiovisuales, generalizados desde los últimos años 50, con deporte a todas horas y con sus ídolos defraudadores en primer plano, con politiquería continua en informativos y tertulias; años con los ídolos secesionistas en pantalla, con recambio de presidentes de partidos, nombramiento de un nuevo presidente de gobierno mediante apoyos coartados. No hay sitio ni tiempo para más, y el pensamiento queda cautivo, la reflexión aletargada y, sin facilidades para entrenarla, atrofiada. De ahí al retroceso del intelecto hay un paso.
Las nuevas tecnologías de la información contribuyen a la pereza mental, y van desplazando al libro, fuente principal de cultura y de reflexión. Se dice que una imagen dice más que mil palabras, pero la palabra escrita se puede releer, asimilar o desechar cuantas veces se quiera, y siempre estimula el ejercicio de la mente.
Los comportamientos que hoy se ven hacen pensar que el razonamiento y la inteligencia están en retroceso, como dicen los científicos nórdicos. Los listillos serían los codiciosos que provocan tales hechos, y se aprovechan de ellos para medrar: los grandes poderes económicos, y sus acólitos.
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