¿Otra memoria histórica?
Eso parece o se desprende del hallazgo en una mina en Camuñas (Ciudad Real) de más de un centenar de restos humanos de personas asesinadas por los republicanos, en 1936, según la cadena de televisión, y periódico afín, que han divulgado esta noticia. Republicanos, no. Digamos asesinos, gentes perversas, que vieron en nuestra triste Guerra Civil la oportunidad de dar rienda suelta a sus bajos instintos. Y esta especie criminal se dio en ambos bandos, hemos de reconocerlo, con el consabido desprestigio y enlodamiento del ideal que los verdaderos republicanos y nacionales, jugándose la vida, defendían en los frentes de combate. Lamentablemente, así fue.
¿Así que otra memoria histórica? Hala, con ella a sacar de sus tumbas o fosas a los asesinados en el otro mando pauta marcada por el señor Rodríguez Zapatero con el bando de su abuelo, que ahora ha hecho suyo, volviendo así a revivir nuevos odios, rencores y revanchismos. No. El deber de todo buen gobernante es el de unir a su pueblo, y no dividirlo, cual es nuestro caso. No se puede volver a quello de las dos Españas. Esto nos decepciona y entristece -y cabrea, cómo no- a los que, además de vivir en aquella tragedia, hemos perdonado incluso a los que nos quisieron quitar la vida, en el caso de uno siendo apenas un niñato. Y al filo de todo esto, aquí lanzamos de nuevo esta llamada:
¿Por qué no se promueve un encuentro, una confraternización, entre todos los «supervivientes» de aquella guerra cainista, tanto de un bando como de otro, conocerse, darse un abrazo y tomarse unas copichuelas? Iniciemos los asturianos ese encuentro. Esto sí que sería una verdadera memoria histórica, la que uniera entrañable y solidariamente a todos, al margen por completo de toda ideología política. Con ello se podía llegar a conseguir también una España unida y mejor, que superara la crisis y nos vislumbrara un horizonte ilusionado y prometedor. Y la verdadera paz.
Aquí queda esta idea, una vez más. Y respétense, por favor, el recuerdo y la memoria de nuestros muertos -que nadie los maneje a su antojo, políticamente-, sin distinción de bandos y creencias, porque todos eran hermanos e hijos de la misma madre: España. Que siempre los llorará por igual.
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