Responsabilidad animal
Estimado lector: El 19 de noviembre de 2017 a las 23:00 h., caminando los últimos metros a mi domicilio en la calle Fuertes Acevedo, vi que frente a mi caminaba una señora junto a sus dos perros atados con su correa pero que iban separados ocupando el ancho de la acera. En ese punto, entre el pedestal de la farola y la bajante de agua aproximadamente existen unos 135 centímetros.
Ante el bloqueo e inaccesibilidad, decidí ceder el paso, dando marcha atrás cayendo desafortunadamente sobre el bordillo causándome un traumatismo físico-neurológico, que pudo ser más grave de haber impactado contra el pedestal de la farola. Actualmente me encuentro en rehabilitación de las lesiones pertinentes.
A rastras y en caliente, lo antes posible, para evitar ser arrastrado por un vehículo rodante, me aproximé, a la acera y recogí mis pertenencias. Atendiendo a las palabras de la propietaria de los perros, afirmando del dolor, comunicando verbalmente la sordera profunda, superada, sin productos de apoyo, durante más de 40 años. Me responde que no lleva momentáneamente teléfono móvil para llamar a Emergencias Sanitarias 112.
Mientras clamo de dolor, espero la llegada de la siguiente persona intermediaria, un joven que telefonea al Centro de Emergencias.
A continuación, decido contactar, a través del joven, a un vecino de mi inmueble.
Inmovilizado el miembro, coloco bajo mi cabeza una de mis pertenencias, para evitar efectuar movimientos del cuello, hipotermia, mayor flujo del sangrado interno y aumentar el campo de visualización comunicativa.
Con la llegada del vecino, en una de las ocasiones, observo, como la propietaria de los dos animales expresa que me encontraba con borrachera. Juzgando sin saber que en realidad padezco ataxia, trastorno del movimiento.
Esperando la llegada de los especialistas T.E.S. de Trasinsa (que se comunicaron en Lengua de Señas y entendí perfectamente), mientras conversaban la propietaria de los animales y mi vecino, en ese despiste, los perros lamían el brazo inmovilizado. No les grité, ni espanté. Sabía perfectamente a que se referían: apaciguar el dolor; sin embargo, es obvio que la propietaria ni durante el paseo ni en estas circunstancias guardó un mínimo de civismo dando plena libertad a sus canes.
En fechas posteriores, la propietaria de los animales, ni se interesó un ápice por el estado de salud, ni consultó a algún vecino del Barrio de Buenavista o en el Centro de Salud. Comentándome en última instancia que desempeñó sus servicios en el HUCA.
Repito lo dicho en una de mis conferencias, las mayores barreras existentes en la actualidad, son las mentales.
Parece mentira que, en la actualidad, exista civismo, cultura y normas acordes a la tenencia de animales, la aptitud para poseer un número determinado de animales en hogares, según raza, especie, ambiente, cualidades o si debe quedar registrado en el registro de propiedad animal, para revisiones veterinarias a fin de evitar infecciones.
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