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El milagro de San José: humildad, constancia y confianza mueven a Dios y al mundo

16 de Septiembre del 2018 - José Fuentes y García-Borja

En octubre de 1971 tuvimos el retiro espiritual de los 42 consiliarios de los centros júnior (antes aspirantes) de acción católica: hermanos sacerdotes, los apóstoles, mensajeros de la “buena nueva” de Jesucristo, son 12 hombres buenos. El nacimiento de Jesús lo anunciaron los ángeles a los pastores; su resurrección fueron también ángeles a las santas mujeres. (Desde entonces en nuestros pueblos de la Tierra se revive la visita primera de todas a su madre S.ª María), pero esta noticia a las autoridades romanas y a las religiosas del templo fueron hombres que lo vieron: el centurión y sus soldados, y lo mismo hace Jesús: los envía solos, de dos en dos, con todas sus debilidades y defectos para que mutuamente se aconsejen, se defiendan y se sostengan en sus desalientos. Días llegarán en que sus dudas, sus vacilaciones y sus temores comprometan el anuncio del Evangelio que se les ha confiado. Se nublará el horizonte, soplarán fuertes vientos contrarios y la cellisca cegará los ojos... Y nos preguntamos: ¿Cuál es mi puesto? ¿Cuál es la figura del apóstol seglar y la del sacerdote? Los 12 apóstoles saben que el Señor no les abandona; que siempre que han acudido confiadamente a Jesús les ha sacado de todos sus apuros. Saben que con una palabra sosiega la tormenta, el viento y el mar; recuerdan que los enemigos de Cristo se quedan con las piedras en las manos cuando no ha llegado su hora. Por eso la Iglesia hoy, como siempre, irá adelante si levantamos los ojos con frecuencia al cielo y llamamos con esperanza al Señor.

Jesús les dice “Llevad para el camino el bastón y una túnica pero no pan, ni alforja, ni dinero en la faja, pero sí sandalias; así: con la pobreza de espíritu, la fe en la Divina Providencia, la libertad de los hijos de Dios, el desprendimiento de las cosas terrenas, la confianza en Dios y apoyarse en Él". Eso es lo que Jesucristo quiere clavetear en los ánimos rudos de sus discípulos y en los de sus sucesores: obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos/as, en todos los creyentes –hoy añadiríamos a los/as jóvenes de las celebraciones de la palabra de Dios en aldeas y suburbios; pero, ¡ay, cuántas declaraciones, encuestas, estadísticas, reuniones de superiores, de párrocos, de obispos, de seglares, a nivel nacional, diocesano, parroquial...! ¡Sociología religiosa!, todo eso es bueno, con tal de clavar bien visible el consejo del Señor: “Sin mí no podéis hacer nada” y recordarlo en todas nuestras acciones, porque las encuestas, estadísticas, declaraciones, etcétera, son válidas si tenemos mucha vida espiritual; si no, ¡son sarmientos secos, hojarasca que sólo vale para quemar en el llar o en chimenea de leña que, al menos, nos calentará en el invierno. Si el P. Suárez daba toda su ciencia, que era mucha, por un Ave María bien rezada, bien podemos decir que todas las encuestas, etcétera, valen menos para el fin que se pretende que un Avemaría bien rezada; lo cual no quiere decir que no se hagan encuestas pero lo que sí se constata es que está creciendo el furor de las encuestas y disminuyendo el fervor por las Avemarías y ése es un síntoma de enfermedad grave de nosotros sacerdotes, otros eclesiásticos, militantes de A. C... ¡O no!

¿Y en la vida de otros/as cristianos? ¿Y nuestra oración sacerdotal?, ¿y el breviario?, ¿y el rosario de Santa María?, ¿y tras la consagración vemos a Jesús hecho pan?, ¿contagiamos alegría con nuestros cantos y logramos que se sientan a gusto en misa?, ¿y el canto final a la Virgen María, como es tradicional en las misas de las aldeas y pueblos de Asturias, España y América? En otro momento el Señor les dice: “Os envío como ovejas en medio de lobos”. Aquí está la “no violencia”, la delicadeza en los modales, la afabilidad en el trato, el ofrecer la otra mejilla al que te ha herido..., el no quejarse de la injuria inferida, el amar al enemigo, el hacer el bien al que te hace el mal... “Todo esto lo hace el cristiano por la fuerza divina del Evangelio que vive en nuestra mente y corazón”.

Hermanos sacerdotes: si predicamos con neta claridad, sin ambages sobre el Evangelio, unos acogerán, otros perseguirán: 1) porque el Evangelio es un bofetón al mundo y el mundo quiere hacer de él un abanico halagador de sus pasiones. 2) Porque el Evangelio es una luz roja, severa, mortificante a la sensualidad, al orgullo, y el mundo quiere si no luz verde, por lo menos el “ámbar” acomodaticio, transigente al adulterio y al negocio sucio... 3) Porque el Evangelio es un “clarinazo” al vicio de la carne, al egoísmo, a la ambición, y el mundo es allí precisamente en donde busca un consuelo y su remedio. 4) Porque el Evangelio es un compromiso de por vida: abrazarse con la cruz de la vida cristiana... ¡y el mundo quiere hacer del Evangelio un pretexto o biombo para vivir apartados de la exigencia de la moral y de la justicia. 5) Por eso la predicación del Evangelio suscitó siempre y suscitará persecuciones de parte del mundo y sus secuaces.

En el otoño de 1952, año en el que empecé a recorrer Asturias a pie con los chavales de AC júnior de San Tirso (Oviedo), el P. Enrique Basabe S. J. se presentó humildemente al P. provincial y le dijo: “Tengo en proyecto hacer una iglesia y unas escuelas para los niños pobres del barrio de la Prosperidad de Salamanca. La obra se llamará ‘El milagro de San José’, mi ’lema’ es ‘ladrillo a ladrillo se sube al tejadillo’; quien da una peseta pone un ladrillo. Tengo orden de empezar cuando tenga medio millón de pesetas, pero la gente, si no se empieza, no da. “¿Cuántas pesetas tiene usted? Cincuenta mil. Pues empiece, y cuando se le acaben, suspenda la obra”. El P. Basabe empezó con las 50.000 pesetas y la confianza en Dios y S. José. Todos los días salía a pedir limosna por las calles de Salamanca. Pasados 18 años, 1970, en aquellos solares hay una magnífica iglesia, capaz para unas mil personas, un grupo escolar para 750 niños/as, con su teatro, salas de profesores... un pabellón donde hay una filial del Instituto, otro pabellón donde hay un internado, etcétera. Y por si fuera poco, en Castro Urdiales también el mismo “milagro...” está hecho: dos pabellones en donde los niños salmantinos veranean y los de Castro tienen escuelas y colegio donde estudian Bachillerato. Hermanos, todo ello ha sido un continuado “Milagro de S. José”. La humildad, la constancia y la confianza en Dios mueven al mundo; por eso ¡todos de Cáritas! “No seas de los vulgares que dicen que ‘Todo tiempo pasado fue mejor!, que es condenar al futuro sin conocerle” (Francisco de Quevedo).

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