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El diésel como excusa

6 de Septiembre del 2018 - Rufo Costales (Oviedo)

El gobierno del PSOE, año 2008, promocionó e incentivó la compra de vehículos diésel, y los consumidores, mayoritariamente, nos decantamos por esta opción, frente al motor de gasolina, porque el coste de utilización es menor, el consumo menor, y el precio del carburante más bajo. Resultado: un parque de casi 20 millones de vehículos diésel, con una antigüedad media de 12 años.

Y ahora, en esta comedia para bobos, interpretada por engañabobos que nos hacen creer que el Jueves y Viernes Santo caen en lunes y martes, otro gobierno PSOE (que tradicionalmente gobierna para los más vulnerables), nos anuncia por boca de sus primeras espadas, que debemos contribuir de buen grado, a la gran bacanal de gasto y derroche postvacacional en ciernes.

El camino lo marcó la ministra de Energía y Medio Ambiente, Teresa Ribera, al afirmar: "El diésel tiene los días contados".

Lo confirmó más tarde, el presidente Sánchez a sus dilectos súbditos, en la SER: "La movilidad privada, que es altamente contaminante, se traducirá en una subida de este impuesto".

Y alivió con betadine y una tirita, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto: "Lo del nuevo impuesto del gasóleo es solo un globo sonda".

Lo cierto es que los vehículos de gasoil que se fabrican actualmente bajo la norma Euro 6, aprobada en septiembre de 2015 (su última actualización, la Euro 6d, entró en vigor el 1 de septiembre de 2018), contaminan un 84% menos que los diésel tradicionales y, además, su emisión de partículas es un 90% inferior".

Un diésel actual emite la mitad de CO (de 0,50 g/km a 1 g/km) y hasta un 30% menos de CO2 que un gasolina, aunque más óxidos nitrosos que éste (0,08 g/km frente a 0,06).

¿Cuál es entonces el problema? Pues en primer lugar serían los "primitivos" motores de gasóleo que comenzaron a extenderse dos o tres décadas atrás, y que carecen de los ya habituales elementos como los filtros de partículas o los de NOx, que sí que habría que limitar su circulación en grandes núcleos urbanos, previo aporte por parte de administraciones o ayuntamientos, de alguna solución para el ciudadano, que paga sus correspondientes impuestos de circulación. En segundo lugar el fracaso de la implantación de coches eléctricos (pocos coches y muy pocos puntos de carga)

¿Por qué gravar el diésel si todos los seres vivos, el coche, el avión, el transporte por carretera, ferroviario y marítimo, el suministro de energía eléctrica, las papeleras, alimentación, refinerías de petróleo, metal y químicas son grandes emisores de CO2? ¿Por qué específicamente los vehículos diésel? Por cierto, el helicóptero Super Puma o el Falcon 900, usados por el presidente, funcionan con pilas alcalinas o de botón?

Podríamos deducir igualmente que, puesto que los gases emitidos por los intestinos de las vacas, en represalia por siglos de esclavitud y maltrato (3 o 4 litros diarios), y sus eructos con silenciador (yo nunca he oído eructar a una vaca) son en parte responsables del efecto invernadero (vacas, cerdos y aves de corral emiten casi el 40% de gas metano a la atmósfera, gas de efecto invernadero), tal vez, el Sr. Sánchez y su áulico asesor, Iván Redondo, se planteen convertirnos en vegetarianos, matando las vacas y pollos (por contaminantes), o como alternativa, gravar con un impuesto los bocatas de pollo o ternera.

Así, dejémonos de elucubraciones, y asumamos el atraco. Sánchez aprovechará que el "dieselgate" de Volkswagen pasaba por ahí, para clavarnos un nuevo impuesto (a los podemitas les parecen insuficientes) aunque, según ha dicho, no afectará ni a las empresas, ni a los profesionales, ni a los autónomos.

¿Quién pagará, entonces? Bueno... puesto que los coches de 12 o más años son propiedad de usuarios multimillonarios como Ud. o como yo, la subida la pagarán, como siempre, las clases medias y bajas, colectivo que mayoritariamente vota a ese partido, que gobierna para los débiles, y masacra a los poderosos.

A muchos jubilados, pensionistas de clases pasivas, artríticos, reumáticos, prostáticos y demás suertes de especies sedentarias, que consideramos que andar por andar es un ocio estúpido, nos resultará harto difícil vivir sin nuestros queridos diésel. De hecho, mi primera intención era cambiar el mío por una vaca, pero viendo lo que contamina, no me parece inteligente, aunque igual mi inconstancia me hace cambiar de parecer. Lo malo es que el inteligente no suele ser constante, y el constante no suele ser inteligente.

Sin el más mínimo animus injuriandi, creo que el presidente Sánchez sí es constante.

Aprovecho para mandar un aviso a todos los afectados por el virus desenterrador: ¡Que no toquen los restos de Franco! He visto Parque Jurásico, y puede pasar de todo.

Voume a praia, eu que podo.

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