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La insegura seguridad

10 de Septiembre del 2018 - José Antonio Noval Cueto (Pola de Siero)

Parece una contradicción, pero está en el ADN de la condición humana, ya que toda vida se nutre de alegrías y tristezas, de éxitos y fracasos, de salud y enfermedad, de vida y muerte, pero, aun así, buscamos caminos, sendas que nos “garanticen” una mayor seguridad, un mejor camino, en nuestra vana pretensión de ser inmortales y convertirnos en dioses, algo que sabemos imposible, aunque gracias a la investigación alguna migaja conseguimos, pues si a principios del siglo XX la media de vida en Occidente era de 40 años, hoy ya la doblamos.

A nadie se le oculta que la seguridad es uno de los conceptos básicos que preside nuestra vida y al que dedicamos cantidades ingentes de esfuerzo y dinero, y que el sector de las aseguradoras es uno de los más boyantes de nuestra economía, basta para ello fijarse en la multitud de anuncios diarios que se publicitan en las televisiones y que intentan responder a las demandas del usuario, ya en forma seguro de vida, de automóvil, del hogar, de accidentes, o según la profesión del usuario, de mis piernas (en el caso de un futbolista, de una modelo…), de mis manos (si fuera pianista, guitarrista o pintor), de mis cuadros, de mis caballos, mis cosechas o de fallecimiento… O sea, que se puede asegurar todo, aun sabiendo que la seguridad total no existe, que somos efímeros, que cuando menos se piense surge el obstáculo en forma de tragedia que nos lleva, y si alguien lo duda que se lo pregunte a los americanos con sus Torres Gemelas, o ahora recientemente a los genoveses con su puente Morandi.

La seguridad ha cotizado y cotiza al alza. Si España no ofreciera al turista la seguridad que demanda –y hablo del sector puntero de nuestra economía, pues supone el 13,3% del total de empleo, con un número de empleados a fecha de abril de 2.421.139 personas–, los aviones tendrían otro destino. Opinión que también compartimos los españoles a la hora de desplazarnos y que constantemente repetimos en las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), donde al preguntar a los encuestados qué cuáles son las instituciones que más estimamos, reiteradamente se citan a la Guardia Civil y a la Policía. Y es que los españoles, como todo ser humano, tendremos defectos, se nos podrá engañar, manipular, robar, pero a pesar de todos los pesares sabemos agradecer, estimar, valorar lo que es dar un paseo, leer el periódico en el parque con tranquilidad, tomarse un café en la terraza o bien dormir tranquilamente en su casa. Los españoles aspiramos y apreciamos la sensación de ser libres, de sentirnos seguros, y sabemos que es responsabilidad de todos, de unos principios, de unos valores, de una responsabilidad, obediencia, pero especialmente de las fuerzas de orden y seguridad, que hacen lo posible y lo imposible para que uno se sienta seguro. No hay sueldo que pueda justificar perder una vida cuando se enfrentan a situaciones límites por protegernos y defendernos.

Nadie cuestiona que se mejore la seguridad, incluso vía impuestos, con más medios, estímulos, pero con una mayor consideración y sensibilidad de los poderes públicos hacia ellos, que no den la sensación de que se encuentran solos, desprotegidos, y ejemplos recientes hay. No tengo reparo en reconocer que todos los españoles hemos sentido como propias las vejaciones y desprecios que han tenido que soportar nuestros servidores del orden los últimos cuatro meses del año 2017 en Cataluña, donde ni siquiera posada les daban y tuvieron que alojarse en barcos fletados al efecto. Espero que aquellas imágenes de auténtica burla y desprecio hacia todos nosotros no se repitan.

No es de recibo que después de 40 años de Transición no exista una ley que les proteja y ampare cuando tienen que ejercer su autoridad en beneficio de todos. Así como no se admite o no debe admitirse que ningún cirujano opere bajo el temor de que el paciente le denuncie, de igual manera debe protegerse a la Policía y la Guardia Civil cuando tienen que actuar en situaciones límite, de extrema violencia y tensión, a veces provocadas intencionadamente. Creo que mis palabras reflejan el sentir de muchas personas de a pie que han expresado su opinión en las múltiples encuestas del CIS y que piden a los poderes públicos que actúen en consecuencia y que la seguridad, uno de los más preciados dones que tenemos, vaya a más, pues recordemos que la seguridad no existe por sí sola, depende de muchos factores, especialmente de nosotros; es insegura en sí misma.

Una vez llegados aquí, supongo que os habéis planteado el motivo de estas letras, cuando ya casi han pasado las fiestas del verano, no hemos tenido mayores problemas y Siero es un concejo que no destaca por elevados índices de delincuencia, y la respuesta es sencilla. Todo esto fue fruto de una amplia y agradable conversación con unos parientes argentinos que nos visitaron el pasado 15 de agosto, día de la Asunción. No conocían España, la recorrieron, y al preguntarles cuál es la foto que han sacado y que más les ha impresionado me dicen: "Una que hicimos en el centro de Madrid a una persona mayor que sacaba dinero de un cajero automático de un banco". Allá sería imposible. No se usan.

Al escuchar esta respuesta me acordé de una propuesta de los escritores Fernando Aramburu y Manuel Vilas, que decían que el Ministerio de Asuntos Exteriores debía obligar a todo español a estar un año fuera del país, para que lo apreciáramos más. Un saludo.

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