El buen cazador

16 de Marzo del 2010 - Juan Duyos

Ya terminó la temporada de caza en Asturias, me refiero a la batida de jabalí, que es la modalidad que más se practica. Otras modalidades como la de rececho de corzo o de rebeco podrán practicarse desde los primeros días de abril hasta los últimos días de junio. Se habla y se escribe mucho de caza, y sigue siendo una fuente inagotable de polémica, con sus pros y sus contras; pero hoy no hay nadie que discuta que la caza controlada contribuye al equilibrio de la población de muchas especies y que puede ser beneficiosa para la propia especie, y no quiero ni pensar lo que sería de nosotros si no fuera por los miles de jabalíes que se cazan al cabo del año en Asturias. Tampoco se puede discutir la importancia decisiva que tuvo la caza en la evolución de nuestra especie: es una actividad unida al hombre desde la noche de los tiempos.

Subtítulo: Consideraciones tras el final de la temporada de la batida de jabalí

Destacado: El que cobra una pieza sin tener un previo conocimiento de la especie es un vulgar matarife

Hay un aspecto fundamental para la buena práctica de la caza en la actualidad, y es el conocimiento que el cazador debe tener de las especies cinegéticas. Creo que de las personas que tienen relación con la Naturaleza, el cazador es de los que mejor conocimiento tienen del comportamiento de los animales; me refiero al buen cazador, es decir, al que caza en buena lid. Además, este conocimiento lo tiene en el propio hábitat del animal, que está en total libertad. Todo buen cazador debe saber mucho acerca de la especie que va a cobrar: cuándo nace, cuándo y de qué se alimenta, cuándo tiene el celo, cuánto dura la gestación de la hembra, sus sentidos más desarrollados y sus reacciones más comunes. El buen cazador puede ser el mejor etólogo y tiene la obligación de intentar serlo. Y no todo el que cobra una pieza es un cazador: el que cobra una pieza sin tener un previo conocimiento de esa especie es un vulgar matarife.

Nos cuenta la historia que el rey Salomón podía hablar con los animales gracias a los poderes de su mágico anillo. Decía el gran naturalista y padre de la etología Konrad Lorenz que para hablar con los animales no hacía falta ningún anillo encantado y que por esta razón, en este aspecto, se sentía superior al bíblico rey. Nada de particular tiene poder comunicarse con algunos animales, podemos relacionarnos con ellos en la medida que permiten nuestras formas de expresión física y hasta el punto en que los animales estén dispuestos a establecer contacto con nosotros. Cada animal dispone de manera innata de un código de señales completo formado por sonidos y movimientos. También es innata la facultad de emitir estas señales y la de responder a las mismas correctamente; señales que son imperceptibles para la mayoría de las personas pero que los animales pueden percibir con claridad.

La caza siempre formó parte importante de nuestra cultura a lo largo de la historia, siendo un reflejo de su tiempo, y Cervantes se refería a ella como una imagen de la vida misma. Hoy en día, el buen cazador se preocupa de la conservación de la especie que va a cobrar y estudia su comportamiento por su propio beneficio, porque es el más interesado en que la caza continúe en un futuro. Las formas de cazar no entrañan todas la misma dificultad, unas son más meritorias que otras. Así, el conocimiento del comportamiento animal se hace más necesario cuando para cazar se emplean, a su vez, otros animales. Es admirable el conocimiento que un montero tiene de su perro, el que un huronero tiene de su hurón, o el que un cetrero tiene de su azor. Hay momentos, hay lances, en los que el buen cazador consigue que la apasionante actividad que desarrolla sea, además, un noble arte.

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