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Ernesto Lecuona, el olvidado

15 de Septiembre del 2018 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

La música tan valiosa y emotiva de este gran compositor cubano de sangre española apenas se interpreta y se recuerda hoy en España. Sin embargo, en tiempos no tan lejanos su música era muy popular y ampliamente conocida, en especial el “Canto Siboney”, en recuerdo de una tribu indígena ya extinta: “Al arrullo de tus palmas pienso en ti”, y posiblemente también en recuerdo de una mujer: “Si no vienes me moriré de amor”. Otra composición muy popular que se oía y cantaba por doquier era el pregón “El manisero”, el vendedor ambulante de Manises o cacahuetes. Consuela un poco que las Jornadas de Piano en el Auditorio de Oviedo hayan tenido el detalle de incluir, en versión pianística, como propinas de un programa, tres obras de Lecuona: la hermosísima y romántica canción: “Siempre en mi corazón” (que incorporada a un filme fue propuesta para un “Oscar”, que ganó “White Christmas”), la danza cubana “La 32” y la “Mazurca en Glissando”, y que la crítica musical Andrea G. Torres (LA NUEVA ESPAÑA de 30 de abril de 2018) dijera “que fueron asombrosas, muy rítmicas y derrochando virtuosismo, y que con ellas se conmovería hasta al más escéptico en música...”. ¡Por algo se empieza! Un buen día escucharemos el piano de Lecuona como plato principal. De momento, la Biblioteca de Asturias suple tal carencia de música en vivo con discos de sus zarzuelas “El cafetal” y “Rosa la china”, y con cuatro discos que incluyen sendas “Romanzas”, y una acertada y copiosa selección de piano, y entre ella ocho canciones sin voces. Tales composiciones van acompañadas de comentarios y críticas que nos excusan de hacerlos.

El genio musical de Lecuona se evidenció a los 3 años, cuando, en ausencia de su hermana Ernestina, que le había iniciado en el piano, la madre oyó unos compases del bolero “Allá en la sierra”, y a Ernesto subido a una caja para llegar al teclado e interpretándolo fielmente. Su primer recital fue a los 5 y a los 11 su primera composición. Su educación musical fue muy completa, primero en su país y luego en EE UU. Su vida fue muy exitosa como compositor y como pianista. Era alto y fuerte, y sus manos muy grandes, sólo con una podía abarcar ampliamente una escala del teclado, y tenía especial arte en el manejo de su mano izquierda. Su vida fue una continua gira de éxitos, interpretando en los más importantes escenarios de América y Europa, y vendiendo gran número de partituras y de grabaciones que le dieron fama y dinero. Consecuencia de ello fue el alcanzar un sustancioso patrimonio: una casa en Tampa, otra en el Queens de Nueva York y un rancho en Cuba, donde reposaba de sus andanzas cultivando flores y verduras y criando animales exóticos.

En cuanto a su personalidad, se la describe como melancólica, amable, social, no sólo con los maltratados negros de Cuba, sino con sus colegas y amigos, y con todos; su bienestar le venía de la música, pero no parece que fuera íntimamente feliz. Resulta chocante que su exquisita sensibilidad musical, que expresaba tan variadas y románticas emociones, y que indudablemente –letra y música– con frecuencia estaban inspiradas en la mujer, no se le conozcan otras relaciones femeninas que sus colegas y sus familiares.

En lo que no hay duda es en que fue uno de los mejores y más fecundos compositores de Hispanoamérica, con sus 700 variadas composiciones, canciones, boleros, congas, criollas, danzas, música para escena (óperas, operetas, zarzuelas) y, sobre todo, piano (a veces solo y otras acompañado de voces o instrumentos). De música española destaca la suite “Andalucía (Córdoba, Guadalquivir, Malagueña...)”, la “Rapsodia española”, las solemnes obras “Ante el Escorial” y “San Francisco el Grande”. Las danzas afrocubanas están entre lo mejor de su obra (“La comparsa”, “La conga de medianoche”...), las danzas cubanas (“Ahí viene el chino”, “La 32”...), obras al estilo antiguo, valses (vals-jota España, brillante, maravilloso, patético... ), escenas infantiles... Para voz y piano destacan: “Damisela encantadora”, para voz, piano y orquesta, las excelentes zarzuelas “El cafetal”, “María de la O” y “Rosa la china”. Las canciones no son lo mejor de Lecuona, sobre todo en letra, pero, además de “Siboney”, hay que destacar “Dame de tus rosas”, “Siempre en mi corazón”, “Yo te quiero siempre”, “Canto Carabalí”, “Lamento africano”, “Africana soy”, “Romanza de Rosa la china”; entre las mejores están las que forman parte de sus zarzuelas.

Dada su proyección artística y su afinidad con el Gobierno de Batista, Lecuona fue nombrado agregado cultural de la Embajada de Cuba en EE UU. Al llegar Castro al poder, en 1960 dejó Cuba para establecerse en Tampa y fallecer tres años después en Tenerife, cuna de su padre, pero quiso ser enterrado en Nueva York y que su cuerpo se trasladara a Cuba cuando cambiara el régimen.

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