España y Portugal, tres desencuentros
Hace mucho tiempo que no se hablaba tanto de España en los medios de comunicación portugueses y, siméricamente, que los españoles no prestaban tanta atención a noticias procedentes del oeste peninsular. En los últimos meses, la habitual atonía que preside la relación entre ambos países se ha visto sacudida por una sucesión de informaciones que nos recuerdan que la península es un espacio compartido y que al sur de los Pirineos, junto a nosotros, hay otra tribu que de vez en cuando da señales de vida. Está ahí hace más de siete siglos y durante unos años formamos parte de un único pais, pero seguimos ignorándolo casi todo sobre ella. Nos mantenemos distantes, una pizca prepotentes y, como el mercado es el que manda, nos acercamos allí sobre todo para hacer negocio. Por eso, les compramos más de la mitad de lo que exportan y hemos convertido la Avenida da Liberdade lisboeta en una inmensa sucursal de empresas españolas. En lo político, anualmente repetimos una ficción a la que denominamos cumbres ibéricas y en ellas nos intercambiamos abrazos y declaraciones de amor , pero tales efusiones no se traducen en resultados fructíferos para los ciudadanos peninsulares que llevan decenios esperando acuerdos prácticos para la solución de problemas crónicos como la explotación conjunta de los recursos comunes, agua y electricidad por ejemplo. Más allá de la retórica hay muy poca cosa, y los dos países se ignoran, desaprovechan las oportunidades de aproximación y su acción política se mueve en un único sentido, la Unión Europea, perdiendo así influencia ante las comunidades americanas, asiáticas y africanas donde España y Portugal hoy casi no cuentan a pesar de que históricamente su presencia allí fue decisiva. Mientras, las diplomacias respectivas funcionen como agentes turísticos y su presencia pública en la sociedad civil es escasísima.
Pero he aquí que en medio de tanta grisura, aparecen en escena el grupo PRISA, la ETA y el comisario Almunia, por ese orden, y España pasa a ocupar el centro de la atención de los lusitanos.
Lo de PRISA se remonta a varias semanas atrás, y sus efectos pueden llevarse por delante al primer ministro portugués y a su gobierno. Y es que ahora se confirma que el plan urdido por Sócrates para retirar de la circulación a los medios de difusión hostiles, entre los que se incluían diarios y canales de televisión contó con la colaboración directa de la empresa española, accionista mayoritaria de la cadena TVI, para despedir a la periodista Manuela Moura Guedes, conductora de un telediario de gran audiencia y crítica implacable del primer ministro en la multitud de asuntos dudosos en que se ha visto envuelto. La difusión de conversaciones entre Cebrián y los valedores de Sócrates puso aún en mayor evidencia la intervención directa de los españoles en un gravísimo caso de censura, sin precedentes en Portugal en los últimos 30 años.
El segundo asunto es el descubrimiento de una base de apoyo logístico a ETA en Portugal. La versión oficial es que la estrecha colaboración entre ambas policías habría dado lugar al éxito de la operación. Sin embargo, los medios de comunicación portugueses han dado cuenta de que la actuación de los servicios secretos españoles en territorio portugués durante meses sin dar cuenta de ello a las autoridades lusas, ha ocasionado un gran malestar a las fuerzas de seguridad del pais vecino, lo cual añade un nuevo motivo de desconfianza hacia España en la opinión pública.
Y el tercer caso que les ha dado argumentos para sus críticas a los sectores antiespañoles, fue la desafortunadísima intervención de Almunia equiparando los casos griego y portugués en lo que se refiere a su situación económica y a su calamitosa gestión de la crisis. Baste decir que al día siguiente de las declaraciones de Almunia se desencaenó un pánico generalizado en la bolsa lisboeta que bajó casi un diez por ciento.
En fin; sobre lo que queremos llamar la atención una vez más es sobre la torpeza, desaliño y falta de tacto con que se tratan en España los temas que nos atañen como vecinos de puerta. No es una buena política darse cortésmente los buenos días en el descansillo y después poner zancadillas y mirar hacia otro lado sin preocuparse si el otro se ha caído por la escalera. El pueblo portugués respeta y aprecia mayoritariamente a los españoles, pero como nosotros está a merced de una diplomacia y de unos políticos que, con sus errores e ignorancia, parecen empeñados en crear un clima hostil de cuyas consecuencias son los únicos responsables.
Francisco José Faraldo
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